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El enviado de Obama se estrella contra la negativa israelí a frenar las colonias

EE UU insiste en reunir a Abbas y Netanyahu la semana que viene en Nueva York

No logra George Mitchell, enviado del presidente Barack Obama para Oriente Próximo, salir de la casilla cero. Muchas son ya las reuniones del emisario con los líderes israelíes y palestinos -cuatro con el primer ministro, Benjamín Netanyahu, sólo esta semana- y su propósito de arrancar al Gobierno israelí el compromiso de detener totalmente la construcción en las colonias de Cisjordania choca una y otra vez con la intransigencia del Ejecutivo más derechista de las dos últimas décadas. Sin esa congelación, el presidente palestino, Mahmud Abbas, asegura que no se reunirá con Netanyahu y Obama. Precisamente lo que deseaba Mitchell que ocurriera la próxima semana durante la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York, una cita que sería presentada como el reinicio de las negociaciones bilaterales tras el fracaso del proceso de Annapolis en 2008.

"No hay todavía un acuerdo con Israel y no hay lugar para las soluciones intermedias", declaró el jefe negociador de los palestinos, Saeb Erekat, poco antes de la partida de Mitchell, que hizo mutis. La oficina del primer ministro israelí también guardó silencio. El estancamiento, sin embargo, no significa que esa reunión a tres bandas no vaya a celebrarse. Obama y Netanyahu la quieren y las amenazas de Abbas suelen diluirse como azucarillos cuando Washington presiona. Lo sugería el propio Erekat: "Aún puede producirse, pero no tendrá significado si no cambia la posición israelí".

La historia se repite. La anterior secretaria de Estado, Condoleezza Rice, hizo una veintena de visitas a la región para estrellarse una y otra vez con el mismo muro: la construcción en las colonias judías en la Cisjordania ocupada. Transcurren ocho meses desde que Obama asumiera el cargo y su enviado se da de bruces con el mismo obstáculo. Mitchell regresó ayer a Washington con las manos vacías.

Netanyahu parece dispuesto a impedir la edificación de viviendas en las colonias durante un plazo de nueve meses, pero insiste en que se concluyan los 3.000 apartamentos y casas ya en marcha y en que no prohibirá la construcción de clínicas, escuelas, sinagogas o centros sociales. Por supuesto, se niega en redondo a dejar de edificar en Jerusalén Oriental, donde prosiguen las demoliciones y la expulsión de vecinos árabes de sus casas para que las ocupen colonos radicales. El rechazo a la congelación de la construcción en las colonias es firme y muy extendido en las filas del Likud, el partido de Netanyahu, cuya carta fundacional rechaza la existencia de un Estado palestino.

La Autoridad Nacional Palestina (ANP), por su parte, pone toda la carne en el asador para abortar cualquier conato de violencia contra Israel. Reprime sin descanso a Hamás en Cisjordania -ha detenido a un millar de sus miembros-, y los atentados suicidas en suelo israelí son cosa del pasado.

El mediador de EE UU para Oriente Próximo, George Mitchell (izquierda) y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ayer en Jerusalén.
El mediador de EE UU para Oriente Próximo, George Mitchell (izquierda) y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ayer en Jerusalén.REUTERS
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