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Pena de cárcel para un médico por una negligencia que costó la vida a un policía

El profesional sanitario no actuó mientras se extendía una infección letal

"Mamá, que me lleven a la UCI: me abraso por dentro". Eran las 04.00 del 22 abril de 2004 en la clínica Centro, de Madrid. Ni por lo más remoto imaginó Margarita Jiménez que a su hijo, Miguel Ángel Campos, inspector de policía destinado en la lucha antiterrorista, sólo le quedaban unas horas de vida. Y todo por una grave negligencia médica.

Había ingresado en el centro una semana antes por una simple contractura cervical. Y era impensable que, estando en un hospital, aquella pequeña infección inicial que le causó una enfermera al ponerle la vía para suministrarle calmantes para el dolor hubiese derivado en una infección generalizada (septicemia). La última noche de vida de su hijo, Jiménez pidió una y otra vez que un médico reconociese a su hijo, aterido de dolor. Pero el facultativo, Juan José Cabanillas, estaba en su casa, le prescribió morfina por teléfono y no acudió hasta las cinco de la madrugada. Entonces, la infección lo había diezmado. "Volví a ver a ese médico tiempo después, en el juzgado". Fue el número 25 de Madrid, el que ha condenado ahora a Cabanillas a un año y seis meses de cárcel por homicidio por imprudencia. No por "una imprudencia profesional", sino "del profesional", señala el juez.

Margarita Jiménez conserva los detalles de aquellos aciagos días en que veía gritar a su hijo de dolor sin que nadie pusiera remedio. El calvario de Miguel Ángel, que dejó dos hijos, empezó el 15 de abril de 2004. Sintió molestias en las cervicales y la clínica le ingresó en su unidad del dolor. Nada grave. Pero la infección lo complicó todo. El traumatólogo no pudo darle el alta el 18 de abril porque el paciente se quejaba cada vez más, no de las cervicales, sino del brazo. Cabanilla estaba de guardia el día 21 de abril. Le visitó a las 16.30 y le prescribió "analgésicos, frío local, antiinflamatorios y un protector gástrico". Pero no le mandó antibióticos. Ni tampoco "realizó más vigilancias ni verificaciones, pese a que una de las enfermeras le llamó por teléfono explicándole el [progresivo] deterioro del paciente", según la sentencia. Desde casa, se limitó a prescribir morfina para el dolor. "Mi hijo se sentía muy mal y yo no paraba de pedir que llamasen al médico, pero ni caso". Por fin apareció a las 5.30 de la madrugada. Al verle tan mal, ordenó su ingreso en la UCI.

Al rato, salió Cabanillas, con gesto serio. "Miguel ha sufrido complicaciones y está muy grave", asegura la madre que le comentó. "Me fui hacia él para cogerle del cuello, pero desapareció corriendo. Más tarde, otros médicos me comunicaron su muerte. "Empecé a gritar y darme cabezazos contra la pared... Exigí que se le hiciese la autopsia, que quedase clara la causa de la muerte. Algún día explicaré a mis nietos, cuando sean mayores, la gran negligencia que se llevó a su padre".

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