Por el amor de un 'hermano'
Encuentro con el director Daniel Sánchez Arévalo y el intérprete Antonio de la Torre - El actor ganó 33 kilos para 'Gordos', un amargo 'puzzle' de historias
El director jura que el actor es su brother (hermano) y como tal se mentan entre ellos. El actor asegura que iría de su mano al fin del mundo. Y en ese lanzarse detrás de Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970), el malagueño Antonio de la Torre (1968), con más de 50 películas a sus espaldas, engordó 33 kilos en cuatro meses para volver a bajarlos en idéntico espacio de tiempo. De esa manera pudo encarnar al protagonista de Gordos, otro puzzle de personajes e historias del realizador de Azuloscurocasinegro. Recién llegados del certamen de Venecia, los brothers se sientan cara a cara.
Pregunta. ¿De verdad le considera su hermano?
Daniel Sánchez Arévalo. Es mi brother del alma, mi muso...
El realizador afirma: "Primero le lancé el anzuelo, luego quise que se echara atrás"
P. Entonces, ¿por qué le hizo subir y bajar tanto peso en tan poco tiempo? No es saludable.
Antonio de la Torre. Venga, responde a eso.
D. S. A. Primero le lancé el anzuelo, después me dio miedo e intenté convencerle de que se echara para atrás. Y él me respondió: "No me dejes de lado".
A. T. Triquiñuelas típicas de director. Yo le contaba y le lloraba: "Oye, brother, no me sale curro, la crisis, no creas que con el Goya por Azuloscurocasinegro me han llamado más". Y va y me responde: "Por cierto, a lo mejor no deberías hacerlo, que va a ser mucho esfuerzo".
D. S. A. Entró al trapo. No hubo manera, a pesar de que yo...
A. T. (Interrumpe) Es que a mí me interesaba mucho ese mundo de no aceptar tus limitaciones... Tras Volver y Azuloscurocasinegro he hecho cosas con más enjundia, acostumbrado como estoy a los papeles de tipo ocho, hombre al fondo, personaje deprimido, ya encarno papeles con nombre. Pero me veía cosas, gestos, intuía mis límites... Y cuando me contó esta historia, me visualicé gordo y pensé: "¡Qué punto! Cambiaré de gestos y de forma de hablar". También es que tengo 40 años. O lo hacía ahora o nunca. Y además, Dani es mi brother.
D. S. A. Con Antonio y con Raúl [Arévalo] sabía que debía sacarles de sí mismos. Yo no quería que nos repitiéramos.
A. T. Y nos dio esos personajes. Soy una persona muy esponja. Te puedo decir gente con nombre y apellidos a los que homenajeo en algunos planos del filme. Para mí sería maravilloso tener una capa invisible y poder espiar a la gente. Vivo de la observación. Así añado capas a mi labor.
P. ¿No es doloroso que la gente se quede en el engorde de De la Torre y no hable del resto?
D. S. A. Es una herramienta de marketing poderosa. Pero también teníamos claro que era una anécdota incrustada en la peli, que no es el centro de la historia. Además de lo físico, debíamos componer todo el personaje. En España tenemos una escuela increíble de actores y sin embargo nos escudamos en el naturalismo. No nos arriesgamos; prefiero fracasar a ser conservador.
A. T. Me invadió la sensación de salto al vacío. Cuando paramos para que adelgazara, tenía la peli todo el rato en la cabeza.
D. S. A. En ese plazo yo crecí como director, el guión se pulió más, el resto trabajó sus papeles... Todos mejoramos.
P. ¿No han hecho un filme muy pesimista?
D. S. A. Como dice mi productor, soy un pesimista optimista. Planteo universos sin muchas salidas, pero intento al final buscar un poquito de luz, una salida a esas situaciones que nos tocan vivir y que suelen ser conflictivas... porque si no, no hay película.
A. T. Ese pesimismo, ese sabor agridulce -oye, como en los velatorios, donde ríes y lloras- de la vida, consigue que el espectador se lleve la película en la cabeza a casa. Un filme complaciente no va a ningún sitio.
D. S. A. ¿Sabes lo peor? Que su mejor secuencia la acabé quitando porque rompía el ritmo del filme, y él me apoyó con su gran generosidad.
A. T. Pelota, hijo de... (risas).
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