Los 'manteros' ya no huyen
Los vendedores ambulantes dejan de escapar de la policía y se enfrentan a los agentes para proteger su mercancía - El puerto vive incidentes violentos
"La relación entre manteros y policías ha cambiado. Hace dos años, nos veían y salían pitando. El año pasado también acababan huyendo, pero antes recogían sus cosas. Este año protegen la mercancía a toda costa y nos plantan cara. Han pasado al ataque". Lo explica un policía portuario de Barcelona que este verano ha visto cómo decenas de vendedores ambulantes de origen subsahariano lanzaban trozos de escombros a dos compañeros que acabaron heridos.
Es el tercer episodio de violencia entre manteros y policías en lo que va de año en el puerto. La primera vez, un joven hirió a un agente de una pedrada. La segunda, otro subsahariano volteó a un policía por los aires y lo arrojó al suelo. "Cuando nos acercamos, se quitan la camiseta y nos retan a ir a por ellos", añade el policía.
Se han incorporado africanos con papeles que han perdido el empleo
El puerto no ha sido el único lugar donde los vendedores del top manta han exhibido un giro radical en su estrategia: ahora se defienden atacando. Hace unas semanas, un grupo de manteros acorraló y lesionó a dos agentes en la calle de Santa Mónica, en Barcelona, cuando intentaron reprenderles. En El Vendrell, cientos de inmigrantes repelieron a pedradas a los guardias; uno de ellos recibió el impacto de un barril de cerveza y fue herido grave. No es un fenómeno exclusivo de Cataluña. El 28 de agosto, la policía local de Marbella detuvo a dos inmigrantes por agredir a un agente.
¿Por qué este cambio en un colectivo habituado a huir ante cualquier rastro de uniforme? "La situación es muy precaria ahora y los vendedores no se pueden permitir el lujo de perder la mercancía, para ellos es muy valiosa", dice Begoña Sánchez, portavoz de SOS Racismo. Sánchez admite que el colectivo goza de la "simpatía" -o, al menos, la empatía- de parte de la población, pero estos casos no pueden dañar la imagen del colectivo. "La policía les ha acorralado mucho. Y cuando ven que pierden su material tres o cuatro veces, los chicos empiezan a ponerse nerviosos", relata Mawa Ndiaye, presidente de la Asociación de Residentes Senegaleses de Cataluña.
"Los chicos han perdido el miedo. No tienen nada que perder y no temen lo que les pueda hacer la policía", subraya Ndiaye. "Hay mucha más gente vendiendo en la calle. La masificación es muy importante", indica el presidente. Y no sólo en las zonas de siempre, como en el paseo de Gràcia o frente a los comercios de la plaza de Cataluña. En el mercado de Mollet del Vallès nunca se habían visto manteros. Ahora hay 30 o 40.
La situación en el puerto de Barcelona es angustiosa. Y no sólo por los piques con la policía. Los vendedores del Port Vell que sí tienen licencia se quejan de que hay manteros delante de sus narices y han llegado a enfrentarse con ellos. Y en la Rambla de Mar -la pasarela de acceso al centro comercial- hay tantos que los turistas no pueden ni pasar. La redada que los Mossos efectuaron en agosto ha relajado la tensión. Los agentes, que acudieron al Moll d'Espanya con el casco integral, identificaron a 40 personas.
La mayoría de manteros son chicos jóvenes de Senegal que carecen de permiso de residencia y trabajo. En los últimos meses, sin embargo, se han incorporado africanos con papeles que, por la crisis, han perdido el empleo. Una prueba de la incorporación de personas en situación regular es que en la última operación policial en el puerto la mitad de los identificados tenían documentación en regla.
Los vendedores ocupan el "tercer eslabón" en la cadena del negocio de la venta ilegal. Arriba están los distribuidores, en general chinos, que venden la mercancía a los intermediarios. Éstos la ofrecen a los manteros. En principio, no han de entregar parte de sus negocios. "Investigamos las redes organizadas, pero no hemos detectado que haya un control directo sobre los manteros", explicó un portavoz de la Policía Nacional.
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