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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fulgor del narcointeriorismo

Si el teniente Colombo se hubiese visto en el brete de detectar la vinculación de un determinado sospechoso con el narcotráfico gallego, su implacable capacidad de observación hubiese contado con un buen asidero: el sentido del interiorismo del sujeto. En su debut compartido, Samuel Martín Mateos y Andrés Luque han tenido algo de Colombo: el tremendo buen / mal gusto que distingue la mansión del capo encarnado por Carmelo Gómez deslumbra con el brillo de la culpabilidad evidente.

El microcosmos del narcotráfico gallego podría ser una prueba del fuego para Michael Mann: ¡a ver cómo estilizas esto, Michael, este universo barnizado en brillantina, de karaokes espantosos, cegadores móviles de última generación, camisas de cuello blanco que sólo le sientan bien a Tom Wolfe y flequillos que hacen añorar a José María Tasso! Agallas recoge (pero se abstiene de exagerar) toda esa vulgaridad y se coloca, sin aparente esfuerzo, la medalla de la verosimilitud estética.

AGALLAS

Dirección: Samuel Martín Mateos y Andrés Luque.

Intérpretes: Carmelo Gómez, Hugo Silva, Celso Bugallo, Rula Blanco.

Género: thriller.

Duración: 100 minutos.

La pareja de cineastas también se delata a sí misma y hace evidente su compartido origen profesional en el periodismo cinematográfico para el medio televisivo: Agallas es una película muy cinéfila, muy consciente de tradiciones y modelos. Por un lado, se agradece el pulso de esa memoria cada vez más infrecuente. Por otro, hay guiños que caen en la candidez -por ejemplo, bautizar a un yate como The African Queen- y ejercicios de estilo -el juego con las retroproyecciones hitchcockianas en el ascenso al acantilado- que no le sientan bien a este sólido, competente ejercicio de género, que coloca a una bestia parda (Gómez) y a una piltrafa del arroyo (Silva, defendiendo muy bien su papel) en un espejismo de relación paternofilial devorado por un climático concatenado de imposturas, a medio camino entre un Mamet a feira y una revisión de El día de los tramposos (1970) regada en orujo.

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