De parados y parches
El número de parados en España no es sólo alarmante, es un síntoma de una situación económica y social que se viene anunciando y sobre la que parece que pesa el maleficio de la incapacidad de respuesta. El paro es el problema que más preocupa a los españoles y es el indicador síntesis de una serie de complejas causas que llegan directamente al bolsillo y a la vida de las personas, a su estado anímico, a su proyecto personal, familiar y social.
Según todos los indicadores, el desempleo no sólo no se estanca, sino que sigue creciendo, a pesar de que julio haya sido un mes en el que el crecimiento ha sido muy inferior. El paro no es un problema sólo económico, es un problema ético y moral, que refleja las incoherencias de las sociedades del bienestar. La respuesta ante esta grave situación se agudiza negativamente en la medida en que los resortes que en épocas pasadas tenían los parados, la familia estable y la solidaridad entre generaciones, se han desactivado en buena medida.
España no puede caer en una depresión social; hay que contener la hemorragia con medidas que afecten no sólo a la economía sino a la temperatura vital de la sociedad.
Y la primera de todas es asumir la responsabilidad de lo que pasa. La situación actual implica más que estar parado. La medida tomada por el Gobierno es un parche para evitar la posible conflictividad, pero de ninguna manera es la solución.