"Al escribir saco mis demonios"
Plaza y Janés editará un libro a un hombre encarcelado en Córdoba por asesinato
"Un día mi hija me dijo: 'Papi, ¿por qué no escribes un poco?'. Me lo planteó porque siempre hubo una parte de mi vida de la cual jamás hice mención. '¿Cómo era tu vida pasada antes de que nosotras naciéramos? Si no quieres hablar de ti, al menos cuéntanos cómo era el mundo, pero contado por ti". Jorge Real Sierra, venezolano de 59 años, se puso a escribir una historia que mezcla realidad y ficción. El libro, narrado en primera persona, cuenta las peripecias vitales de un hombre hasta que ronda la treintena y la convulsa historia latinoamericana de los años sesenta, setenta y ochenta. Con cierto aire de misterio, él no despeja "la pregunta del millón", saber qué es cierto dentro de una historia trepidante, Los vuelos del silencio, que Plaza y Janés editará el 18 de septiembre.
"No encuentro la forma de pedir perdón a esa familia británica"
Tiene motivos para no especificar qué es verdad y qué no. En la historia, su álter ego comete varios delitos. Mata a los torturadores y asesinos de su primer amor; pilota aviones cargados de cocaína desde la selva colombiana hasta EE UU; y abastece, también por el aire, de armas a la Contra en Centroamérica. "Tengamos un poco de respeto al lector, que sea él quien establezca si esto puede ser cierto o no. La verdad será la que le llegue al corazón", apela.
Lo que no es inventado, o al menos así lo estableció una sentencia de un juez de Alicante, es que Jorge Real secuestró, torturó, extorsionó, asesinó y sepultó, junto con su cuñado, a una pareja de ingleses en Alcoy (Alicante), en 2002. Por ello cumple una condena de la que le restan 28 años. Él sostiene su inocencia, aunque un juez lo consideró autor del crimen. La historia de lo sucedido a los O'Malley se resume así: Anthony, de 42 años, y su mujer Linda, de 56, habían viajado a la costa levantina para comprarse una casa de veraneo. En una de las que visitaron esperaban Jorge Real y José Antonio Velázquez. Según la sentencia, secuestraron a la pareja y durante 18 días obligaron al hombre a sacar dinero de cajeros automáticos, mientras dejaban cautiva a la mujer. Con la amenaza de matarla si trataba de alertar a nadie, los secuestradores vaciaron las cuentas corrientes de la pareja. Cuando ya no les fueron útiles, Anthony fue asesinado con una bolsa de plástico. Linda falleció fruto de un infarto por estrés.
Visitamos a Jorge Real en la cárcel de Córdoba, en la que cumple su larga condena. "Estoy convencido de que moriré en prisión. No hay nada dramático en reconocerlo", admite el hombre, un tipo algo entrado en kilos, educado, tranquilo y que mira a los ojos cuando habla. "Siempre me gustó escribir. De joven, estando en México, sí escribía bastante, pero pequeños relatos sin trascendencia", rememora. Pero, para dar el salto a la novela, reconoce que su encierro ha sido clave (en prisión llegó a ganar un premio de narración corta): "He descubierto un exorcismo natural ahí envuelto, en el hecho de escribir. Pienso que con la escritura se pueden sacar mis pequeños demonios". El libro de Jorge Real es un relato trepidante, lleno de sorpresas y giros increíbles. Engancha y mereció la confianza de una gran editorial como Plaza y Janés.
"Recibimos el manuscrito, como tantos otros, de manos de una agente literaria. Ella lo había obtenido, a su vez, de un amigo que hace pequeñas ediciones. El texto siguió el proceso habitual. Se leyó por parte de nuestro equipo de valoración y obtuvo buenos informes. Así que me lo leí yo y me gustó", recuerda Alberto Marcos, editor de Plaza y Janés. "Al explicarnos su agente la situación especial del autor tuvimos dudas. Hubo que consultarlo con muchas personas dentro de la editorial y hablamos también con la directora de la prisión de Córdoba. Al final decidimos que la novela tenía que publicarse. Tenía suficiente calidad independientemente de las circunstancias del autor, y el texto no tiene nada que ver con los motivos por los que está en la cárcel", señalan en la editorial. "Sabemos que publicar un libro a un preso podría generar un debate que tiene que ver con la reinserción. No queremos esconder tampoco la realidad, pero no pensamos hacer una promoción del libro al uso".
La historia comienza cuando el protagonista, entonces niño, pasa de las comodidades familiares en la isla Margarita (Venezuela) a vivir en la calle en Caracas. Es el principio de una constante huida que le lleva a relacionarse con un capo del narcotráfico para el que pilotará aviones.
Pero si escribir un libro es complicado, más aún lo fue para el preso Real. En las cárceles no hay acceso a Internet, por lo que documentarse es muy complicado. En 2005, estando en la prisión de Fontcalent (Alicante), Real regaló un libro de memorias de Mario Benedetti al director de la cárcel. Dentro había un sobre con 2.000 euros. Supuestamente, quería que le permitieran acceder a un ordenador portátil. Él asegura que todo fue un error, pero por ese hecho le cayó otro año de condena por intento de soborno. Así que sin medios técnicos durante mucho tiempo, Jorge se las apañó como pudo para editar su libro: "Escribía, cortaba pedacitos de texto y los ponía encima de la cama para ordenar las ideas".
Los vuelos del silencio está plagado de nombres propios de la historia de América; del Che a Kennedy; de Bush padre a Pablo Escobar. "Siendo muy joven tuve la oportunidad de asistir probablemente al primer laboratorio que existió en la selva colombiana. Los intereses políticos eran tremendos. Tremendos. No estoy haciendo apología del narcotráfico, no. Me refiero a los seres humanos envueltos en todas aquellas historias. Pablo Escobar fue, por ejemplo, un hombre que sí, mereció mi respeto, porque era muy inteligente, extremadamente inteligente. Desgraciadamente, ese poder, esa magnificencia de acontecimientos, de cosas, lo elevó tanto que, como suele suceder, se perdió".
Real asegura que echa de menos "la libertad". Tras las rejas, reflexiona: "Me gustaría poder echar para atrás, corregir errores y decir: perdóname porque te hice daño. Es lo más doloroso, ser consciente del daño. No poder pedir perdón es lo más difícil. He escrito cartas. Nadie me ha respondido. Es como cuando sabes que te queda poco tiempo de vida y buscas la manera de pedir perdón. Eso centra mi vida".
-Usted sabe que un diario lo lee mucha gente. ¿Quiere aprovechar para pedir perdón?
-De la forma en que se lo estoy planteando sí.
-¿A alguien en concreto?
-En general... A estas personas de Inglaterra (Gales, en realidad), no encuentro la forma. Porque le repito, aunque yo no he sido, yo me siento...
-¿No es ésta una buena oportunidad?
-Sí, podría ser. Pero lo difícil sería encontrar las palabras adecuadas. Porque lo que yo le diga, no sé cómo lo escribirá.
-Tal cual lo expresa. Piénselo.
-Pienso que mi mayor anhelo sería poder pedir, de alguna manera, perdón a esas personas afectadas por la vida que he llevado. Quiero dejar bien claro que si algún beneficio saco de la novela, será para esa familia.
-¿Lo ha firmado obligado?
-No cometí los delitos. Andar matando a gente y enterrándola por ahí, eso me parece escalofriante. Yo no tengo de ninguna de las cosas que se requieren para ser tan frío y hacer una barbaridad de estas.
-Ha firmado su libro con nombre y dos apellidos. ¿Es consciente de que se puede hablar más del autor que del libro?
-Sí, por supuesto.
-¿Se da cuenta de que nadie creerá su inocencia?
-Exacto. Y soy consciente de que eso es un problema. Me cuesta aceptarlo.
El contrato con la editorial establece que el 10% del precio de cada libro corresponde a Jorge Real. Un dinero que servirá para pagar las indemnizaciones pendientes a la familia del matrimonio O'Malley.
EL ASESINATO DE LOS O'MALLEY
Según una sentencia del juzgado de Alicante, Jorge Real y su cuñado, José Antonio Velázquez, secuestraron en 2002 a un matrimonio británico, los O'Malley, durante 18 días en una villa. En ese tiempo, vaciaron sus cuentas corrientes y acabaron asesinándolos. A los seis meses, Real intentó hacer más caja y se hizo pasar por un intermediario para cobrar el rescate. Entonces, la policía los descubrió. Un juez condenó a Real y Velázquez a 62 y 54 años de cárcel respectivamente.
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