Regreso al realismo
La nueva política exterior estadounidense ha sustituido la ideología por el pragmatismo
Tras la campaña electoral y los pronunciamientos programáticos al llegar a la Casa Blanca, Barack Obama ha perfilado ya en estos seis meses la nueva política exterior de Estados Unidos. Las prioridades vienen determinadas, en parte, por la herencia recibida de Bush, un presidente que exacerbó los contenciosos mundiales hasta extremos en que la gestión diplomática corría el riesgo de resultar insuficiente y que colocó la imagen internacional de EE UU en uno de los puntos más bajos de la historia.
Obama ha debido apresurarse a la hora de redefinir las relaciones con el mundo árabe y musulmán, en la medida en que la anterior política en blanco y negro favoreció a los extremistas y debilitó la posición relativa de Washington en la región. El discurso de El Cairo, por una parte, y la búsqueda de una relación con Israel más matizada, por otra, han sido los dos grandes ejes de una iniciativa internacional que no pierde de vista un tercer objetivo: contener la proliferación que se desencadenaría si Irán llegara a hacerse con el arma atómica. La oferta de diálogo de Washington a Teherán caduca hacia finales de año, y no es fácil anticipar qué posición adoptará el régimen iraní en unos momentos de profunda inestabilidad política.
Obama, además de reparar los desperfectos que vienen del pasado, ha empezado a ofrecer indicios de cuáles serían sus propias apuestas diplomáticas. La visita de Hillary Clinton a India no tuvo únicamente una dimensión bilateral, pese a que ambos países concluyeron un nutrido paquete de acuerdos en materia militar, energética y medioambiental: Washington quiso mostrar, sobre todo, una afinidad política y una preferencia en el entorno asiático, en particular frente a Pakistán. Y algo similar, aunque tal vez de mayor calado, sucede con China, que está destinada a ser el gran interlocutor de EE UU, por más que haya que tener en cuenta a otras potencias, como Rusia. O como la ensimismada Europa, extraviada aún en su laberinto.
Frente a la política ideológica de Bush, Obama ha recuperado la doctrina diplomática del interés nacional estadounidense, que no es contradictorio con la defensa de los principios, el multilateralismo y la legalidad internacional. La nueva diplomacia de Estados Unidos tiene poco de idealista y mucho de pragmática. Eso la hace más previsible y, por tanto, más confiable que la inspirada por las doctrinas neoconservadoras.
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