Escaladores contrarrelojistas
Hasta hace pocos años era fácil clasificar a la fauna ciclista. Estaban los rodadores, ciclistas grandes de 1,86 metros de altura y 76 kilos de peso. Son especialistas en dar la cara en las etapas largas y llanas, en las que se va a 45 km/h y después les queda fuerza para ayudar al sprinter. Para su gran envergadura suelen tener un control exquisito de la bicicleta a la hora de evitar las caídas.
Después estaban los contrarrelojistas, no tan voluminosos (1,81 y 71 kilos de peso), ya que la resistencia al aire es un factor a evitar, pero algo más potentes. Los contrarrelojistas se entrenan para tolerar la acidez muscular que produce mover un 54 (plato)-12 (piñón) durante una hora. Por último, estaban los escaladores, pequeños y afilados con 1,75 metros de altura pero sólo 62 kilos de peso. Son capaces de generar grandes picos de potencia en las arrancadas en proporción al peso que tienen que transportar. Son los campeones en esta tarea generando hasta seis vatios por kilo de peso durante las subidas a puertos.
Tras Indurain, Contador simboliza la nueva hibridación del ciclista
Indurain y Armstrong comenzaron a alterar esta jerarquía. Morfológicamente pertenecían a los contrarrelojistas, pero pasaban la montaña con sobresaliente. Ahora estamos asistiendo a la otra hibridación: convertir a un escalador en un contrarrelojista sobresaliente. Contador lo ha conseguido, Carlos Sastre está en ello. Han tenido que entrenarse para que la acidez muscular no se produzca tan rápido y poder mantener 380 vatios durante una hora. Los músculos y la sangre se ocupan de amortiguar esa acidez utilizando proteínas y el bicarbonato de las células rojas. El entrenamiento interválico es la herramienta para lograr estas adaptaciones. Así que, cuando les veamos hacer series en la carretera, dejémosles paso.
Ricardo Mora es fisiólogo del ejercicio de la Universidad de Castilla-La Mancha.
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