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Columna
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CiU, la brújula y el desierto

Francesc Valls

En la larga travesía del desierto iniciada por CiU desde que en 2003 fue desalojada del poder, la federación nacionalista parece haber perdido en los últimos tiempos la brújula. Sin oasis salvíficos a la vista, la fuerza mayoritaria del Parlament vaga entre las dunas y se empeña testarudamente en abrazar espejismos. Ése es el camino más corto para morir de sed, por importante que sea -y lo es- la reserva de votantes. El nombre de Jordi Pujol sirvió a la federación para ahorrarse durante sus 23 años de Gobierno precisiones incómodas: se trataba de erigir un nacionalismo que, sin renunciar a los derechos nacionales de Cataluña, fuese de corte pragmático y posibilista. Y a partir de una ideología interclasista, Pujol supo detectar con olfato de zahorí el centro de gravedad político. Decía el ex presidente catalán: "allí donde confluyan más inquietudes, más ilusiones, más necesidades, allí debemos plantar nuestra tienda, el pal de paller". Fueron 23 años de dar en el clavo de la hegemonía. Pues bien, ahora que sindicatos, patronales y partidos de tradición catalanista le están indicando el emplazamiento exacto de esa centralidad con la financiación recién aprobada, la nueva generación que rige los destinos de la federación está empeñada en no querer instalar la tienda y prefiere continuar, de momento bien pertrechada de agua, vagando por el desierto.

En los últimos años CiU ha presentado una decena de cifras distintas en su particular 'sudoku' de la financiación

Esta semana se han vivido dos episodios que ilustran esa pérdida de norte: el ya referido rechazo a la financiación autonómica y el boicoteo al Consejo de Garantías Estatutarias, que paradójicamente sí le parece bien a un PP que mantiene su recurso contra el Estatuto en el Tribunal Constitucional. Es cierto que CiU se halla en la oposición y que en su guión básico figura el mantener ese rechazo a la financiación, pero a Convergència le ha faltado en su respuesta esa modulación pragmática de la que ha hecho gala a lo largo de su historia. "Hay quien ha firmado un armisticio, nosotros no nos rendiremos", sintetizó Felip Puig. Lo que en boca del Pujol presidente cobraba resonancias épicas, ahora corre el riesgo de convertirse en eco confuso en solitarios desfiladeros. Luego tanto Artur Mas como Duran Lleida recurrieron, entre la convicción y la resignación, al socorrido "No nos importa quedarnos solos porque el tiempo nos dará la razón". La historia pone las cosas en su sitio y tiempo habrá para ver si las liquidaciones presupuestarias cumplen las proyecciones del consejero de Economía Antoni Castells con esos 4.028 millones de euros. Contrariamente a lo que opinan algunos analistas, los planes quinquenales no son científicos y, al cabo, en financiación como en fútbol casi todo es opinable. Los 4.640 millones de euros que la financiación propuesta por Aznar debía reportar para Cataluña en los ejercicios 2002-2006 encogieron -según el Departamento de Economía catalán- hasta 1.812 millones.

En la prosaica cotidianidad, las hemerotecas son crueles y un breve repaso por esa fuente de disgustos políticos muestra que la federación nacionalista ha presentado en los últimos tres años una decena de cifras distintas en su particular sudoku de la financiación. CiU está en su derecho de marcar perfil propio, de intentar tensionar a su electorado más incondicional para hacerse con la Generalitat. Pero no puede sustraerse a la importancia histórica del momento y rechazar de plano el acuerdo. Con ello, por añadidura, queda alineada de forma natural junto a un Partido Popular, embarcado en otra campaña pesquera en el caladero de votos de la catalanofobia.

Hay quien sostiene que en septiembre, con el nuevo curso, las aguas volverán a su cauce. La situación de CiU no es fácil: Artur Mas se enfrenta a su tercera y seguramente última oportunidad para conquistar la presidencia de la Generalitat y para ello debe lograr desequilibrar a la suma del tripartito. El camino que ha tomado la federación nacionalista es arriesgado, aunque por el momento da dividendos en las elecciones. Su abrazo al credo decididamente soberanista no le ha pasado factura y sigue manteniendo esa centralidad tan anhelada por el PSC. No ha llegado al punto de inflexión de comenzar a perder votantes. La simbiosis entre CDC y UDC todavía rinde. Sin embargo, el rechazo a la financiación deja la pelota de la hegemonía en el terreno del tripartito, que está por ver si sabrá sacarle provecho político.

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