Un chaparrón de orejas sin ton ni son
Entre el presidente de la corrida y el público mayoritario se cargaron el último festejo de la Feria de Pamplona. No se pueden otorgar seis orejas por muy poco o por casi nada.
Que El Juli contabilizara en su haber tres orejas, una en el primero, y dos en el segundo, es inconcebible. Ayer El Juli fue el campeón de la vulgaridad. Toreó despegado: entre toro y torero cabía un BMW de segunda mano. Esto acaecía en su primero. En su segundo estuvo hecho un pegapases del montón. Apeló al efecto de arrimarse a base de pases circulares. Pura filfa y capulí. Sólo tuvo fundamento con los aceros. Iba a poner seriedad y lo he cambiado por fundamento, ya que de seriedad no se puede hablar. Con aquellas "cositas" con cuernos de nombre Núñez del Cuvillo está vedada la palabra seriedad. Fue todo lo contrario; o sea, la falta de seriedad fundamental que se supone en una corrida de toros. No, señor, no, señoras. Salieron unos borregos sin fuerza, unos "tontainas" de medio pelo.
CUVILLO / MORANTE, JULI, PERERA
Toros de Núñez del Cuvillo: justos de fuerza, borregos, el 2º fue devuelto y sustituido por uno de la misma ganadería.
Morante de la Puebla: -aviso-, estocada corta defectuosa (oreja); media estocada desprendida (ovación).
El Juli: estocada (oreja); media estocada (dos orejas). Salió a hombros.
Miguel Ángel Perera: estocada (oreja); estocada (oreja). Salió a hombros.
Plaza de toros de Pamplona. 10ª y última de abono. 14 de julio. Lleno.
Las pocas cosas de valor estuvieron en las muñecas de Morante de la Puebla
De los dos "tontainas" que le tocaron a Miguel Ángel Perera, uno de ellos se echó en medio de la faena. Fueron corriendo los enfermeros (quiere decir, los subalternos) a poner al toro de pie (o de patas). El torero volvió a ponerse flamenquillo con esa piltrafa de toro y siguió tejiendo la pantomima de dar derechazos a como diera lugar. Otra vez el toro se volvió a echar...
Pues bien, con todo y con eso, a Miguel Ángel Perera le concedieron la oreja de ese toro claudicante. Increíble. La oreja de su primer toro contenía una mayor dosis de calidad. Dejó ver algunos derechazos ligados, templados y algún natural largo y hondo. Pero sin llegar a rebasar el vaso de la ambrosía.
Pese a que fue el único que sólo cortó una oreja, las poquitas cosas aromáticas de valor estuvieron en las muñecas de Morante de la Puebla. En ese toro, primero de la tarde, un toro bobón y lleno de dulcedumbre, Morante desparramó algunos detalles bellísimos. Toreó con ambas manos de manera artística. A falta de hondura, por ahí andaban revoloteando pases ligados, suaves, junto a trincherazos muy toreros. No escalaba una gran montaña, mas hollaba algunos pequeños montezuelos.
En su segundo no se acopló con el animal. Daba un pase y no ligaba el otro, como pudo haberle hecho, y no lo hizo. Lo más enjundioso en ese toro lo constituyeron un par de tapatías con el capote y acto seguido dos graciosos remates, llenos de inspiración, llevándose el toro con los vuelos de su capotillo hasta dejarlo puesto en el caballo para la segunda vara.
El resto es literatura. Más que demostrar que Morante posee las verdades del toreo, Morante vive poseído por ellas. Viéndole torear uno se da cuenta que el presente es un momento corto, aunque su plenitud lo haga parecer eterno. Sigo con Morante. Los años conocen muchas cosas que los días desconocen (alusión a su bregar en esto del toro). Los buenos artistas, y Morante es uno de ellos, siempre se han sentido más quimera que realidad.
Por otra parte, el toreo sin la energía dislocante del arte, ¿qué es? Se recuerda que este año se conmemora el 50 aniversario de la llegada por primera vez a Pamplona del escritor estadounidense Ernest Hemingway. El hombrón de Illinois hizo mucho por la fiesta sanferminera y, por ende, por el universo de los toros. Otro escritor en lengua alemana, tal Ernst Jünger, hizo una defensa de las corridas de toros. En sus memorias recuerda cómo un camarero español le dijo que él pensaría igual de las corridas de toros como todos los alemanes, que sólo ven sangre. Jünger contestó: "En primer lugar yo no pienso como todos los alemanes, y en segundo lugar, si yo fuera toro, preferiría morir en la plaza a hacerlo en uno de esos mataderos tan higiénicos".
Babelia
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