CUANDO EL ENCIERRO TE ATRAPA
El miedo es libre. Yo mismo, antes de correr, lo tengo. Luego sólo mantengo la cabeza fría y corro con respeto. La carrera es como es, conlleva un riesgo y cada cual sabe dónde se mete cuando salta las vallas de Pamplona. Un toro es impredecible, siempre. Es un mundo sobre todo de contusiones, de algunas cornadas y, rara vez, de muerte.
He vivido todas estas experiencias muy de cerca. A mis 45 años, llevo 30 años en esto. He sufrido golpes y me han tirado los toros al suelo. He vivido situaciones complicadas. Estuve muy cerca de los dos muertos de 1980, y en mitad de la montonera de la calle Estafeta en 1994. Pero no lo puedes dejar. Engancha. El encierro te atrapa porque es una tradición, por ese afán de superar el miedo. No se puede explicar fácilmente. Se lleva dentro.
El último encierro de estos sanfermines 2009 ha sido limpio y rápido. Siempre corro el último tramo. Empiezo en la calle Estafeta, avanzo hacia Telefónica, entro en el callejón de la plaza y piso la arena. Hoy ha sido imposible. Venía un toro en cabeza, sólo, y después ya venía el resto de la manada, todos con mucho espacio. He corrido junto al primero un rato. Me he retirado a un lateral y el resto de toros me han sobrepasado por velocidad.
Hoy ha sido la velocidad la que me ha impedido llegar a la plaza. Otras veces me da tiempo a hacer ese tramo entero, porque está más masificado y la carrera es más lenta. Pero hoy ha sido un visto y no visto, dos minutos y 20 segundos. Y es que había menos gente que en otros encierros de estos sanfermines y el toro iba más libre. De hecho, desde que el viernes murió Daniel Jimeno corneado en el cuello, ya se había notado un bajón de corredores.
Jokin Zuasti lleva treinta años corriendo los encierros de Pamplona.
Babelia
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