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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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Aguas tóxicas en Nueva Orleans

Diego A. Manrique

Discúlpenme: estoy brincando mientras suena Sound of New Orleans (Karonte). Se trata de un exuberante doble CD que recopila grabaciones de SONO, gran sello independiente de la ciudad. Sospecho que la música de Nueva Orleans viaja mal, como si necesitara respirar en su microclima, pero hoy se revela en todos sus matices: el fervor de su gospel, el empuje de sus brass bands, la dignidad de su soul, la alegría simple del cajun y el zydeco.

Puede que sea una alucinación, derivada de devorar dos libros que radiografían la ciudad, sus encantos y miserias. Son El huracán (RBA), penúltima novela de James Lee Burke, y Triksta (inédito en España), mordaz crónica de las andanzas de Nik Cohn como empresario del bounce de Nueva Orleans. Los dos se complementan: la mayoría de los personajes de Burke son blancos mientras que los protagonistas de Triksta son niggaz (no confundir con afro-americanos, denominación que Cohn reserva para la burguesía negra).

En 'Triksta', el británico Nik Cohn examina la atracción morbosa y fatalista de la ciudad

Ambos libros tienen truco. Cohn pretende reflejar la realidad pero sabemos de su tendencia a fabular: su pieza más famosa, el reportaje que inspiró Saturday night fever, era inventada, una transposición de los rituales mods londinenses a las discotecas de Brooklyn. Aquí, se nos atraganta el relato de cómo, por una tontería, alguien pone precio a su cabeza.

Por su parte, El huracán no da la talla. Demasiadas tramas se solapan y dispersan la tensión; el macguffin -unos diamantes de sangre- parece haberse añadido para justificar la presencia de unos malos implacables. El huracán finalmente se salva por las descripciones del apocalíptico impacto del Katrina y las reflexiones sobre el carácter tercermundista de Luisiana:

"La mayoría de la gente era pobre, y la oligarquía que durante generaciones había dirigido nuestro Estado ejercía todo su poder para que aquello no cambiara. Los negros representaban el chivo expiatorio de nuestros problemas; los sindicatos, culpa de los yanquis buscapleitos del Norte. Con la llegada de la integración, a los demagogos del Estado les faltó tiempo para avivar las llamas del miedo y el odio racial. Muchos de los votantes estuvieron a la altura de las circunstancias".

Para esta clase dirigente, Katrina resultó providencial: dejó intacto el barrio turístico mientras arrasó los distritos problemáticos. Utilizando el palo (intervenciones urbanísticas) y la zanahoria (la ayuda federal), se pretende alejar a los negros más pobres y/o conflictivos. Entre ellos se mueve precisamente Nik Cohn, mientras intenta graduarse como productor de hip-hop.

Cohn ama las sensaciones intensas: en Nueva York, se libró por los pelos de una larga condena por tráfico de heroína. Ya era leyenda: en 1969, escribió el texto fundamental -Awopbopaloobop alopbamboom; aquí lo tradujo Nostromo- de cierta estética del pop; terminaba decretando la defunción de la música que tanto le marcó. Diez años después, Cohn descubre el rap y se engancha. Como cabía esperar, opta por su faceta más extremista, el gangsta, especialmente la variedad propia de Nueva Orleans, el bounce.

Triksta contiene un extraordinario análisis del complejo proceso de elaboración del rap profesional y su industria. Muy consciente de la anomalía que supone ser británico en ese medio, Cohn enumera los constantes desencuentros, la desidia con que se reciben sus sugerencias musicales y conceptuales. Tras el Katrina, se desintegran sus ilusiones: Nueva Orleans parece condenada a chapotear entre corrupción e incompetencia. A la hora de los conciertos y los discos benéficos, no hay ni rastro del bounce. El desprecio es mutuo: el rap nacional tampoco reacciona colectivamente ante la tragedia:

"El hip-hop tenía la oportunidad de honrar su retórica y luchar contra el poder. Como mínimo, sus reyes podrían haber financiado estudios, contribuido con algunos temas y sus dotes de expertos, forzado a sus patrocinadores a soltar unos millones. También podrían haber encontrado tiempo para hacer alguna visita. Por el contrario, murmuraron unas excusas y siguieron atentos a sus márgenes de beneficios".

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