Obama estrena África
Mensaje desde Ghana: la ayuda no basta; no habrá progreso real sin decencia política
Barack Obama no ha tenido tiempo para África en su medio año de mandato. La recesión mundial, Irak y Afganistán, Corea del Norte o Irán han ocupado con creces su agenda. Ayer, en su primer viaje presidencial al África subsahariana, propuso a Ghana como modelo. El primer presidente negro estadounidense, de vuelta de la cumbre con Rusia y la reunión del G-8 en Italia, ha elegido Ghana -16 años de poder civil ininterrumpido, primera nación independiente, en 1957- como única parada porque, a su juicio, encarna los valores que pueden hacer salir a África del cuarto mundo que mayoritariamente habita: gobiernos decentes y estabilidad democrática, ingredientes básicamente inexistentes en la región.
Obama venía de aprobar en Italia 14.000 millones de euros en tres años como fondo de seguridad alimentaria para las naciones más pobres. Una iniciativa, si se cumple, especialmente relevante en un mundo con 1.000 millones de hambrientos crónicos, y que junto con la conocida promesa de cerrar pronto, en 2010, un acuerdo para eliminar barreras al comercio internacional (Doha) es la única que redime a los cada vez más banales y escaparatistas encuentros de los países ricos. Ante el rendido Parlamento ghanés, el presidente de EE UU ("llevo la sangre de África, y la historia de mi familia engloba las tragedias y los triunfos africanos") ha recalcado que la ayuda occidental es imprescindible, pero el desarrollo real no llegará al continente sin gobernantes dignos y responsables, enemigos de la corrupción, los abusos y la guerra. Un mensaje a la vez crítico e inevitablemente generalista, aunque algunas de sus bienintencionadas recetas (instituciones fiables y transparentes, parlamentos fuertes y policías honestas, jueces y periodistas independientes...) suenen inevitablemente a fábulas hollywoodenses contrastadas con la realidad cotidiana de África.
El mensaje de Obama adquirirá relevancia y ejemplaridad regional si las promesas del presidente de ayudar a los que se ayuden cobran forma y concreción en la política exterior de Washington, tradicionalmente tan lejos de África salvo en crisis puntuales. La piratería marítima y el caos sangriento en Somalia y el Cuerno de África o el genocidio en Darfur son (como otras muchas situaciones insoportables que tienen África como escenario) problemas globales de seguridad, tal y como ha recalcado en Accra el presidente estadounidense. Su Gobierno, asegura, no ahorrará esfuerzos para llevar ante los tribunales a los criminales de guerra de la zona. Pero incluso la modélica Ghana ha apoyado la reciente y bochornosa resolución de la Unión Africana que niega su cooperación al Tribunal Internacional de La Haya, al que considera racista por haber ordenado el arresto del dictador sudanés Omar al Bashir, acusado de crímenes contra la humanidad como instigador del incesante horror de Darfur.
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