Una nueva ola de protestas en Perú hace tambalearse al Gobierno de García
Los habitantes de Lima se encontraron ayer con una ciudad inusualmente militarizada. Son los efectos de una nueva ola de huelgas y movilizaciones convocadas para esta semana por las centrales sindicales, sobre todo los transportistas. Cada uno tiene sus quejas particulares, pero a todos los une la protesta contra la gestión del Gobierno de Alan García. Para prevenir desmanes, se autorizó que las Fuerzas Armadas apoyaran a la policía, sobre todo en la protección de vías y locales públicos. En Lima unos 1.200 soldados salieron a las calles y en el país la cifra llegó a 3.500. Los militares se sumaron a los 35.000 policías desplegados.
[Más de 130 personas fueron detenidas ayer en Lima por desórdenes públicos, sobre todo en las vías de acceso al centro de la ciudad, informa AFP].
Las protestas se han vuelto cosa de todos los días en Perú. Tras los violentos enfrentamientos con los indígenas de la Amazonia y las manifestaciones en varias localidades del sur del país, esta vez se han sumando las demandas de varios sectores.
Los transportistas reclaman la anulación de un nuevo código de circulación que establece multas mucho más severas. El sindicato de profesores (Sutep), uno de los más poderosos del país, exige la derogación de una ley sobre la carrera pública para el magisterio. La plataforma política del denominado Frente Nacional por la Vida y la Soberanía Nacional, de extrema izquierda, ha convocado una huelga general de tres días, que finaliza hoy y que exige la salida de todo el Gabinete y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. A ello hay que sumar las reivindicaciones de varias regiones, especialmente en el sur, donde el paro se ha sentido con más fuerza.
En los últimos días, el presidente García ha insistido en que estas manifestaciones son azuzadas por agentes del exterior, concretamente de Bolivia y de Venezuela, interesados en desestabilizar su Gobierno. También ha anunciado que como muy tarde este fin de semana habrá nuevo Gabinete. Las última semanas de protestas han minado la popularidad del mandatario, que cayó del 35% al 25%, según un sondeo de la Universidad Católica.
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