El viaje número 13 de un traficante

Un tipo grueso, con bigote y cara de pocos amigos intentaba pasar inadvertido entre los 27 inmigrantes que el 20 de junio arribaron a Lanzarote en una patera. Aunque había cambiado de apariencia desde la última vez que lo vieron, los policías no tardaron en identificarle. B. J., de 32 años, era el jefe de una red de tráfico de personas que llevaba dos años enviando inmigrantes desde la ciudad marroquí de Sidi Ifni a Canarias. Y, como tal, el responsable directo de uno de los mayores dramas de la inmigración clandestina: la muerte de 25 personas, 16 de ellas menores, cuya lancha se estrelló contra los arrecifes de la playa de los Cocoteros, al norte de la isla, la tarde del 15 de febrero.

Los agentes de la brigada de extranjería de Las Palmas investigaron a fondo la tragedia. Interrogaron a los supervivientes, identificaron a los patrones, utilizaron testigos protegidos y descubrieron que el origen de aquellas muertes estaba en una mafia instalada al otro lado del Atlántico, en las deprimidas ciudades de Guleimin y Sidi Ifni. En la cúpula de la organización se hallaba B. J., un marroquí que había entrado 12 veces en Canarias de forma clandestina. No fue difícil encontrar sus huellas y su fotografía en los archivos. Cuando los agentes mostraron su retrato a los testigos, éstos asintieron.

B. J. cobraba mil euros por pasajero. Había entrado en el negocio del tráfico de menores y ofrecía sus servicios a los subsaharianos. Sus pateras solían llegar por el norte de Lanzarote, donde un ángulo ciego en los radares de la Guardia Civil les permitía alcanzar la costa sin ser vistas.

No se sabe qué impulsó a un hombre rico como él a arriesgarse de nuevo al timón de una patera y volver al lugar del crimen. Tal vez el acoso de los policías marroquíes, que trataban de localizarlo a instancias de los españoles. Pero la travesía le ha salido cara: está acusado de homicidio imprudente, tráfico de personas y asociación ilícita. Era su viaje número 13 a Canarias.