Mariscal, en el olimpo del diseño
El Design Museum de Londres dedica una retrospectiva al diseñador español
A Javier Mariscal no le gustan los ejercicios de nostalgia, asegura que no son buenos para su delicada autoestima. Por eso, la exposición que desde el próximo miércoles le dedica el Design Museum de Londres (ese edificio de formas cúbicas frente al Támesis donde los colores y los objetos cobran vida como en una idílica guardería) no es un viaje en el tiempo por la enorme obra del padre de Cobi sino una "deconstrucción" del paisaje creativo de uno de los diseñadores fundamentales de la España reciente.
Mariscal (Valencia, 1950) trabaja a contrarreloj con su equipo. El material ha llegado desde su estudio de Barcelona, donde durante los últimos meses se ha trabajado en esta exposición en la que hay más guiño y humor que solemne celebración de sí mismo.
Julia, hija mayor de Mariscal, corta y pega cajas apurada por la falta de tiempo para que todo esté listo para la inauguración de Drawing life, un juego de palabras que da título al recorrido, un nombre propuesto por el propio museo que Mariscal aplaude por sus posibles sentidos. "Yo no sé inglés. Así que me invento mil posibilidades que me gustan, dibujar en vivo, dibujar una vida, dibujando la vida, ser feliz dibujando, atrapar la vida....", explica.
Un mural de letras multicolores pintadas en la fachada del edificio anuncia -"Pero sin anunciar", matiza- una exposición que ocupa una planta y que arranca con un "túnel de lavado" que sumerge al visitante en el abigarrado mundo de Mariscal. Decenas de bocetos en blanco y negro cuelgan del techo, ahí están sus vespas, su Bar Cel Ona, sus picasinas, los Chrysler, los amigos y los personajes en estados finales y embrionarios. "Me negaba a hacer una exposición en plan taburete / fecha, Cobi / fecha, alfombra / fecha... Por eso decidimos reinventarnos, reciclar ideas. Soy una persona que nunca reflexiono, nunca miro para atrás porque lloro y me deprimo pensando en la cantidad de animaladas, de amores perdidos, de amigos lejanos. Yo, cuando el semáforo está en naranja, acelero porque no sé parar, nunca he sabido parar. No sé valorar mi trabajo, siempre me quedo con lo último".
Así, tirando de las mismas dosis de instinto que de experiencia, la exposición es una mirada al frente en la que el collage o los "teatrillos audiovisuales" tienen especial protagonismo. "También los llamo belenes audiovisuales", asegura Mariscal sujetando una maqueta que cruza el trabajo manual con el digital. "Esta exposición es como levantarte un día y decidir mirarte al espejo sin trampas, admitiendo lo que ves, sin engañarte, sabiendo que ni eres David Bowie ni el Miguelito Bosé de 20 años. Sólo eres eso que tienes ahí delante. Siempre he tenido una relación muy autocrítica con mi trabajo, y con una baja autoestima, al final te repites más que el ajo y sólo eres la caricatura de ti mismo, ese Serrat que siempre canta Mediterráneo".
Mariscal señala que ha volcado para esta exposición toneladas de material que almacena desde hace años en su estudio, lo dice señalando la enorme pared en la que una montaña de souvenirs creados a partir de sus personajes muestran la cara delirante de su obra. Es el Muro de los personajes, genial ventana al abismo consumista en la que se aglomeran mecheros, platos, mochilas, camisetas, vasos, tarteras, peluches creados a partir de. "Es como entrar en un bazar del Barça". Mecheros, Petra y Cobi. "Es enseñar la mierda que has generado y que han generado los otros".
Sobre una pared negra y con un rotulador de grafitero blanco Mariscal pinta y canturrea un rosario de palabras que evocan los mundos utópicos del Señor Mundo, "una letanía en inglés, peaceful world, transparent world, poetic world". Un poco más allá, el templete de las sillas invita a descifrar una construcción que juega con el plástico y el tótem. O el rincón de las bolsas, o el bloque de letras ("Que son los ladrillos del diseñador gráfico", explica ante su gigantesco abecedario), o las otras sillas que como un ovni sobrevuelan el espacio llamado Alegría de vivir y en el que las casitas para niños se alzan en Villa Julia, un Benidorm a lo Mariscal en el que desde el papel de las paredes a las alfombras muestran el polifacético abanico creativo de un diseñador que, señalando viejos apuntes de un viaje a África o de sus veranos en Formentera, asegura que si manda en algo es en eso, en el dibujo. "Si algo sé del mundo, de las farolas a las formas de los pechos de las mujeres, es porque un día empecé a dibujarlos"."Siempre tuve una relación autocrítica con mi trabajo", afirma el artista
Babelia
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