Colmillos afilados
Los lectores de EL PAÍS que ayer, 24 de junio, leyeron el artículo de opinión de Nicole Muchnik (Los afilados colmillos de Europa) no habrán logrado conciliar el sueño. El cuadro que la señora Muchnik pinta, con una Comisión Europea rehén de una alianza sagrada de la religión y el gran capital, rebosa color y creatividad, como corresponde a una artista de renombre. Pero es completamente imaginario.
El presidente Barroso y los comisarios se reúnen con un amplísimo elenco de ciudadanos europeos, procedentes de todos los contextos políticos, económicos y culturales -las comunidades de fe y las asociaciones de corte humanista y filosófico son una pequeña fracción de este espectro-. Y no, el BEPA (la oficina de asesores en Política Europea) no es un contubernio de sectas religiosas sino un equipo de reconocidos expertos -seglares- en todas estas áreas de la Europa diversa y plural.
La Comisión toma sus decisiones de modo independiente y colegial, en interés de todos los ciudadanos europeos. Ésa es la razón principal por la cual los dirigentes de los 27 Estados miembros de la Unión, procedentes de distintas familias políticas, han decidido respaldar un segundo mandato del presidente Barroso, como enfatizaba el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Bienvenida sea la crítica afilada, si está avalada por los hechos. Los colmillos afilados pertenecen a otro registro.
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