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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El partido del rey

La victoria de una formación bendecida desde palacio empaña las municipales de Marruecos

Las elecciones municipales de Marruecos del 12 de junio fueron más transparentes que las consultas que se suelen celebrar en cualquiera de sus vecinos norteafricanos. Prueba de ello, por ejemplo, es que el Ministerio de Interior fue proporcionando resultados parciales a medida que se desarrollaba el escrutinio. Es un nuevo paso adelante que queda, sin embargo, algo empañado por el resultado final.

Éste arrojó una corta victoria del recién creado -fue fundado hace tan sólo 10 meses- Partido de la Autenticidad y Modernidad (PAM) cuya eminencia gris es Fuad Alí el Himma, íntimo amigo del rey Mohamed VI. Fue su compañero de colegio, su director de gabinete y, durante ocho años, el ministro de Interior en la sombra. A mediados de 2007 se lanzó a la política, una decisión que contó con el beneplácito, quizá incluso el apoyo, del soberano. De ahí que se haya bautizado al PAM con el nombre de "partido del rey". Su objetivo es frenar el avance islamista y dar al país un barniz modernizador, aunque para ganar los comicios reclutó a buena parte de los caciques locales elegidos, hasta entonces, bajo otras siglas. Ellos le han granjeado, según Interior, nada menos que la mitad de sus votos.

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El palacio real se ha quejado, a veces, de la apatía de los partidos marroquíes, empezando por los nacionalistas del Istiqlal y los socialistas. Es verdad, pero es en buena medida achacable a los compromisos a los que se han visto obligados a someterse y a su participación en un sistema político en el que el Gobierno no ostenta el poder ejecutivo porque está en manos del rey. La irrupción del PAM, bendecida desde palacio, va a debilitar aún más a dos formaciones históricas que deberían estar entre los pilares de una futura democracia representativa.

Más allá de este rediseño a marchas forzadas del mapa político, los comicios arrojaron otro dato preocupante. En teoría la participación rebasó el 52% -15% más que en las legislativas de 2007-, pero ese porcentaje se calcula a partir de los 13 millones de electores censados. Cerca de siete millones de adultos, en su mayoría jóvenes, ni siquiera lo están. Si se les toma en cuenta, dos de cada tres marroquíes dieron la espalda a las urnas pese a la propaganda institucional animándoles a votar. Una enorme desafección ante el sistema político.

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