Nueve años con las pinzas en la tripa
Médicos del 12 de Octubre olvidaron el instrumento durante una operación
Agapito García hizo el sábado 84 años. Y le tocó celebrarlo en el hospital, sin ni siquiera poder comer tarta. El lunes pasado entró en quirófano porque hace nueve años que un equipo de médicos se dejó unas pinzas olvidadas de más de 12 centímetros en su barriga. "Quién me iba a decir a mí esto", alcanza a decir el hombre, originario de Burgos, desde su cama en el 12 de Octubre. Los mismos doctores que se dejaron olvidado el utensilio en su cuerpo se lo han quitado ahora. Ante los extraños, Agapito no se queja mucho de su mala suerte, pero cuenta su hija Mari Carmen que cuando se enteró del estropicio no dejó de soltar culebras por la boca.
Todo empezó hace nueve años, cuando Agapito tuvo que ser intervenido. Tenía una perforación en el estómago. Los médicos le operaron y aparentemente el único rastro que quedó de la intervención fue una cicatriz de arriba abajo en su panza. Cuatro años después entró por segunda vez en el hospital, también en el 12 de Octubre, por una hernia inguinal. Su último paso por quirófano fue el lunes pasado para quitarle las pinzas que los médicos se dejaron en la primera intervención. Con ellas ha vivido casi una década sin problemas. Hasta hace cinco meses.
Los familiares han denunciado al hospital por negligencia
Fue cuando empezaron los dolores. "Me iba viniendo a menos, viniendo a menos", relata Agapito. Al hombre le dolía la tripa, cuando tomaba agua le sentaba mal y ya no tenía ganas ni de la siesta ni de salir a tomar su café, como cada día. Al principio, su familia no se acababa de tomar en serio la dolencia. Su hijo Juan Luis le decía que se tomara un gelocatil. Y Agapito, muy obediente, se lo tomaba. Pero al día siguiente el dolor seguía ahí. Así que al final acudió a su médico de cabecera. Éste le mandó hacer unas radiografías y por fin apareció el origen de todos sus males: unas pinzas de más de 12 centímetros ocultas en sus tripas. "El radiólogo no se lo creía y le dijo que le haría una segunda radiografía", cuenta Mari Carmen. Pero era cierto, los doctores la dejaron olvidada. "¿Es que no cuentan los instrumentos que usan?", se pregunta Juan Luis. Esa misma tarde del lunes 25 de mayo Agapito acudió de urgencias al 12 de Octubre. "Nos trataron a las mil maravillas, sabían que habían metido la pata", cuenta su hija. La familia ha denunciado al hospital.
Le hicieron todo tipo de pruebas y le mandaron a casa unos días para prepararle para la operación. El lunes le sacaron las pinzas, ocultas en el costado derecho. Abrieron por la misma cicatriz que tenía de la anterior intervención. "Dame las pinzas", cuenta Mari Carmen que le dijo a la doctora. Pero los médicos se negaron argumentando que el objeto estaba lleno de restos orgánicos.
Ahora lo que les preocupa es la recuperación. Agapito se alimenta por una sonda. Tiene una úlcera provocada por las pinzas y el páncreas un tanto inflamado. "Tiene mucha fuerza de voluntad, hoy incluso hemos caminado un poco", cuenta su hija. Y él asiente, cansado. Pero a pesar de que ya ha acabado el suplicio, Mari Carmen tiene el susto todavía en el cuerpo. "El médico nos dijo que si las pinzas se llegan a mover y se van al bazo, no lo cuenta", recuerda, emocionada. "Hay veces que todavía no me lo creo", dice.
La familia se trasladó a Madrid desde Burgos hace ya más de 50 años. Agapito y Mari Carmen, su mujer, de 85 años, todavía se valen por ellos mismos. Viven solos en su piso de Carabanchel, aunque muy cerca de su primogénito. En Madrid, Agapito ha trabajado de mecánico y de mozo en un almacén. A sus 84 años, ya sólo se dedica a hacer la compra. Pero tendrá que esperar unos días antes de volver al súper. "La recuperación va a ser lenta", lamenta su hija.
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