La tensión se dispara en el Polígono
Los chabolistas, que ayer intentaron recuperar sus casas, aceptan una tregua
Más de 20 personas, todas vestidas de negro de los pies a la cabeza, entre otros tantos vecinos, se concentraron anoche en la calle Luis Ortiz Muñoz, del Polígono Sur de Sevilla. Son los familiares del menor que falleció de un disparo fortuito en la cabeza el pasado 29 de marzo, durante una reyerta en la que no estaba implicado. Pedían que se fueran de allí los posibles culpables de la muerte del chico, que son los que desde el día del suceso huyeron de sus casas hasta un descampado, en los bajos del puente de hierro de San Juan de Aznalfarache, temerosos de posibles represalias.
Pero ayer, como ya habían hecho en otras dos ocasiones, volvieron al Polígono Sur, donde vivían antes del suceso. Tres furgonetas de la policía vigilaban la zona mientras se oían los gritos de los familiares del menor que lanzaban amenazas. Al cierre de esta edición, no había trascendido ningún incidente de consideración. Las familias enfrentadas iniciaron un diálogo, según el voluntario Diego Sánchez, y acordaron que los que estaban debajo del puente volvieran a sus chabolas. Seis personas permanecen detenidas en relación al crimen.
Durante estos dos meses y medio, los implicados en la reyerta han vivido en un descampado, sin luz y sin agua. Pero los 40 grados que se han alcanzado estos días en Sevilla han crispado la situación. Los vecinos que huyeron del Polígono Sur tienen sus casas precintadas, ya que algunas estaban ocupadas ilegalmente y no serán devueltas hasta que se compruebe su titularidad. Sin embargo, anoche rompieron los precintos. "Están padres e hijos y me han dicho que si salen de las casas es con los pies por delante", cuenta Diego Sánchez, quien atiende los chabolistas en el descampado.
Vivienda habilitó una oficina para que se probara la propiedad de las 41 casas abandonadas. Pero los datos no se verificarán hasta septiembre, lo que ha desesperado a la mayoría porque eso implica pasar el verano en el descampado.
"Nos vamos a morir de sed y de calor. Tienen que devolvernos nuestras casas. Un bebé ya ha ido al hospital", contaba Ángel el sábado con la camisa abierta y el pelo mojado a la sombra de su chabola. "Me han dicho que lo tenga todo el tiempo a la sombra y mojadito", dice su madre entre otros niños que corren desnudos y descalzos por la caliente tierra y los secos matojos, que ya han ardido en algunas zonas por cualquier colilla o un cristal.
Otra de las preocupaciones era la asistencia a clase de los 95 menores, que llevan todo el éxodo sin asistir aunque, como medida excepcional, van a poder ser evaluados. Mientras, el Ayuntamiento de Sevilla facilita unos 2.000 bricks de agua en las calles para mitigar las altas temperaturas de los turistas y paseantes del centro de la ciudad.
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