Dos avisos
La semana pasada tuvimos dos avisos sobre las consecuencias que las actuales políticas económicas podrían tener en un futuro próximo. Uno de ellos se refiere a la política monetaria europea y el otro a la presupuestaria de Estados Unidos. Merece la pena comentarlos por la relevancia de quienes los han realizado: la canciller alemana Angela Merkel y el presidente de la Reserva Federal norteamericana, Ben Bernanke.
Angela Merkel anunció su preocupación por la reciente decisión del BCE de comprar deuda, esencialmente cédulas hipotecarias, a los bancos hasta un monto total de 60.000 millones de euros. Es una decisión que beneficia a Alemania (y a España) y que inyectará liquidez en los mercados pero que tiene, como suele suceder en economía, contraindicaciones. La primera consiste en el precedente que se creará en la eurozona de monetización de deuda privada. La segunda, estrechamente ligada a la anterior, nace de las consecuencias inflacionistas que podría tener a la larga un exceso de liquidez en el sistema financiero.
Se trata de una preocupación de medio plazo que va más allá de los problemas inmediatos de financiación de las empresas. Éstos no se solucionarán hasta que los mercados financieros, y muy especialmente el interbancario, funcionen con normalidad. Quienes piensan que lo importante es asegurar el presente, impidiendo a cualquier precio el avance de la recesión, rechazarán sin duda las preocupaciones de la canciller alemana. Desde esta perspectiva es interesante señalar que Angela Merkel ha expresado su preocupación sabiendo que el PIB de su país caerá este año un 6%. La explicación hay que buscarla en el recuerdo de la hiperinflación en la Alemania de los años veinte del siglo pasado, en la necesidad de mantener la competitividad de los productos alemanes y en la protección de los intereses de una población envejecida.
El segundo aviso es de otro signo y viene de Estados Unidos. Ben Bernanke ha advertido que este país podría tener que enfrentarse a la trampa del endeudamiento o, lo que es lo mismo, a la posibilidad de que la carga de la deuda se haga insoportable. El déficit público en Estados Unidos podría superar el 14% del PIB el año próximo. En la eurozona no estamos en cifras de esa magnitud (la previsión de la Comisión es de un 6,5%), pero el endeudamiento no deja de crecer, como era de esperar en una fase recesiva. La cuestión está en el límite máximo al que se puede llegar sin comprometer gravemente el crecimiento futuro.
La deuda del sector público español no es muy elevada, pero el endeudamiento crecerá considerablemente a tenor de la amplitud de los desequilibrios presupuestarios previstos para este año y el que viene (8,6% y 9,8% del PIB respectivamente, según la Comisión Europea). La situación es diferente cuando se considera el endeudamiento total, público y privado, en relación con el exterior: la deuda neta de España supera el 80% del PIB y los pagos netos por intereses son ya más elevados que la aportación de los servicios a la balanza por cuenta corriente.
Conviene tener en cuenta estos avisos, pues tienen el mérito de hacernos mirar más allá de los próximos meses para tratar de encontrar un equilibrio satisfactorio entre la necesidad de salir cuanto antes de la recesión actual y las exigencias del crecimiento, y la estabilidad, a medio y largo plazo.
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