Un robot que vale un diez
Una estudiante de Ingenieros de Bilbao gana el premio Accenture con un humanoide luchador - Peleará en septiembre con otros robots
Mide 30 centímetros y pesa kilo y medio. Puede caminar sorteando obstáculos o pelear como un luchador de sumo. Se llama Nikita y es un robot. Y, aunque su repertorio de habilidades pueda parecer un poco limitado a los seguidores de Terminator o R2D2, le ha valido a su creadora, Oiane Cabornero, el X Premio Accenture de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Bilbao, además de haber sumado para que esta joven tenga la nota más alta de su promoción.
Cabornero, de 23 años y vecina de Trapagaran, se ha licenciado con un diez en Ingeniería Automática. "No es que haya sacado esa nota en todas las asignaturas", se apresura en puntualizar, casi azorada, antes de detallar que sus profesores valoraron tanto su expediente académico (con una media cercana al nueve) como la calidad del robot luchador, que defendió como proyecto de fin de carrera.
'Nikita' ha ayudado a que su creadora obtenga la nota más alta de su promoción
"Me tiré una semana para conseguir que subiera y bajara escaleras"
Nikita fue creado a partir de un paquete comercial Robonova-1. Cabornero añadió los sensores y la programación para que fuera capaz de relacionarse de forma "autónoma" con el entorno. La recompensa, ha sido graduarse con nota. Y con premio: los 1.800 euros en metálico del premio Accenture, fruto del acuerdo entre la escuela de Ingenieros de Bilbao y la consultora informática que pone el dinero y el nombre.
Ahora es Nikita quien se podrá a prueba. Fue diseñado para participar el próximo mes de septiembre en el concurso de robots humanoides que el Comité Español de Automática (CEA) llevará a cabo en Valladolid y donde se enfrentará con otros autómatas. La prueba estrella es la lucha de robots. Dos asaltos con las mismas normas que el sumo, y que permiten valorar la fuerza, el equilibrio o la capacidad sensorial de cada uno.
El resto de desafíos consisten en diferentes circuitos con obstáculos. Para superarlos, Nikita ve a través de sensores infrarrojos y ultrasonidos, y tiene sentido del equilibrio, lo que le permite evitar los choques o levantase si tropieza. "Lo más complicado fue conseguir que subiera y bajara escaleras. Me tiré una semana seguida programándolo", explica la titulada.
"Es muy interesante investigar en este tipo de robots. Aunque ahora sólo tengan una función educativa o de entretenimiento, sirven, por ejemplo, para desarrollar aplicaciones para su uso doméstico", mantiene esta ingeniero. Aunque quiere dedicarse profesionalmente a la robótica, Oiane trabaja como becaria programando en una empresa de renovables desde que se tituló, en septiembre. "La gente me pregunta por qué no tengo un contrato mejor con mi expediente, pero esto es así". Otro estudiante, Asier Retamosa, ha cogido el relevo y se encargará de Nikita hasta la competición. "Están buscando patrocinadores, porque concursar es caro: el robot tiene 18 servomotores, que suelen romperse, y cada uno cuesta 35 euros", anuncia Cabornero.
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