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Columna
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¿Televisión Española y TV-3, sin anuncios?

Como espectador, pienso que la televisión sin publicidad sería más agradable que la actual; que la televisión con publicidad, cumpliendo unas normas estrictas de duración, y sobre todo de no interrupción de programas, sería soportable a cambio de la gratuidad, y finalmente que una televisión como la que tenemos en España, con publicidad abusiva, intrusiva y que se salta impunemente todos los límites de las directivas europeas, tiene más de tormento que de experiencia gratificante. Creo, pues, que hay que reducir la publicidad en televisión, pero no sólo en las cadenas públicas, sino en todas, y especialmente en las que más abusan de ella. Hay que obligar de una vez al cumplimiento de las normas europeas y dejar de mirar a otro lado.

TV-3 debe seguir funcionando como cadena de referencia en todos los formatos, no como una emisora marginal

Curiosamente, el debate sobre la supresión de anuncios en Televisión Española no se plantea pensando en el espectador, sino en términos de negocio: renunciar a la publicidad en la cadena pública para permitir que los ingresos publicitarios eliminados se trasladen a las privadas. Es el resultado de un acuerdo entre el Gobierno y las televisiones comerciales que ven que a medio plazo, los ingresos publicitarios no crecerán bastante como para poder financiar el gran incremento de horas de emisión que supone la aparición de nuevas cadenas privadas (se ha pasado de dos a cuatro) y aún más la multiplicación de canales, en el tránsito a la TDT.

En este punto tienen mucha razón. Hace unos pocos años recibíamos en casa gratuitamente entre seis y ocho canales. El año próximo recibiremos, si alguien no lo remedia, entre 30 y 40. Muchas decisiones al respecto en los últimos 15 años han sido equivocadas. El sistema que se ha diseñado (si es que alguien lo ha diseñado) es económicamente insostenible. No es posible mantenerlo solamente con publicidad y dinero público. La suma de los ingresos que representan -aún en el supuesto de que no disminuyan, cosa que no es segura- no es suficiente. No hay dinero para financiar la producción de programas para llenar tantas horas de emisión, y la única solución es reducir el coste, y por tanto la calidad de los programas, como ya estamos viendo. Algunas cadenas privadas estos últimos años han reducido la calidad y el coste no por falta de ingresos, sino para tener más margen y han conseguido beneficios extraordinarios. ¡Son las reglas del mercado! Pero en los próximos años van a tener que hacerlo todas, no para aumentar beneficios, sino para sobrevivir.

Es necesario disminuir el número de cadenas "gratuitas". Un proceso de concentración de algunas de las actuales parece inevitable. La autorización para convertir otras en "cadenas de pago" también debe llegar. Y hay que favorecer que sean devueltas a la Administración bastantes de las licencias de TDT (¡cuatro canales por concesión!) que alegremente se solicitaron y se concedieron.

Frente a la gravedad de este problema, la supresión de la publicidad en TVE es un parche insuficiente, de dudosa eficacia y muy peligroso para el futuro del sistema. ¿La supresión de publicidad en TVE aumentará los ingresos de las privadas? Pienso que sólo en parte y, por tanto, que el resultado será que el conjunto del sistema perderá ingresos. ¡Vaya negocio! Si pensamos en la hipotética aplicación a TV-3, mi previsión es todavía peor. La publicidad, en catalán para un público mayoritariamente catalán, no se desplazaría hacia las cadenas estatales en castellano, y sólo en una muy pequeña parte beneficiaría a cadenas privadas catalanas. El resto desaparecería de la televisión y los mensajes se desviarían hacia otros medios. TV-3 saldría perdiendo, el Gobierno catalán debería pagar más con dinero de todos los catalanes, y casi nadie se beneficiaría. ¡Otro buen negocio!

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Todo esto, además, introduce un gran peligro de futuro: la progresiva marginalización de las cadenas públicas, que es seguramente el objetivo no confesado. Yo creo que la televisión no puede considerarse un simple negocio. Creo en la dimensión de servicio público del audiovisual. Y, en este momento, el servicio público, en Cataluña, pasa por la existencia de cadenas públicas, eso sí, mejor gestionadas que en la actualidad en cuanto a costes. Cataluña, pero sobre todo el catalán, estarían en una situación muy precaria si no existiera TV-3. Y, por tanto, debe seguir funcionando como cadena de referencia en todos los formatos, no como una emisora marginal.

Joan Majó es ingeniero y ex ministro de Industria.

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