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Columna
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El colmo

El colmo de los beatos que se proclaman "provida" es que uno de ellos haya asesinado (¡en la iglesia!) a un médico que ayudaba a las mujeres a ejercer sus derechos reproductivos y, por tanto, a llevar una vida mejor. Ha sucedido en los EE UU, y con el del doctor George Tiller ya van cuatro crímenes amén de infinidad de amenazas, agresiones y disturbios.

El colmo de un gobierno que no ayuda ni a las jóvenes ni a las maduras ni a las viejas es pretender que ahora nos creamos las ofertas contenidas en la futura Ley de Protección a la Maternidad y Paternidad. Está ocurriendo en este País o Comunidad, donde quisieran obligarte a parir un vegetal pero luego te niegan las ayudas a la dependencia.

Esta Ley que gesta el muy piadoso Cotino (cosa bonita que le hace "muy feliz") se está saltando los cauces legales con triquiñuelas parlamentarias y participa del ancestral convencimiento de que la maternidad es una obligación y un destino inmutable. El colmo del conservadurismo del siglo XXI es volver a los fascismos europeos de principios del XX, que atribuían a las mujeres un único valor: el de su función reproductiva.

Doña Emilia Pardo Bazán ya dijo muy bien que el ser humano no es un árbol frutal que sólo se cultive por la cosecha pero en el caso valenciano no habría nada que objetar si de verdad se tratara de atender a las más desfavorecidas, algunas de las cuales, por qué no, podrían animarse a llevar a término un embarazo que sin recursos ven como una carga. Pero... ¿dónde están las ayudas a personas en situación de precariedad y riesgo social? ¿Y dónde las políticas que favorezcan la conciliación? Las viviendas sociales, las becas de comedor, las escuelas infantiles, los servicios de proximidad y calidad, los 100 euros mensuales, los 4.000 por nacimiento... ¿qué se hicieron? ¿Ocurrirá lo mismo con toda la asistencia prometida y con esos 600 euros durante 36 meses, dado que el presupuesto de Bienestar Social para ayudar a las embarazadas es de solo 100.000?

No se deben extrañar, ante semejante historial de compromisos incumplidos, de que interpretemos la normativa en ciernes como un truco para subvencionar a los grupos antiabortistas más afines y de paso conseguir una cantera de bebés que acabarán en manos de "buenas familias".

Si el colmo del cinismo es hacer aspavientos ante la aprobación de la píldora poscoital que previene embarazos no deseados, el colmo de la injusticia es que un cigoto tenga más derechos que una mujer que puede acabar convertida en madre de alquiler, en incubadora humana.

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Y hablando de injusticias, conviene saber que a denuncia de Amnistía Internacional el Comité contra la Tortura de la ONU ha instado a Nicaragua a modificar la ley que penaliza el aborto porque tortura y viola los derechos de mujeres y niñas. Y en el ámbito europeo tampoco debemos olvidar que hace poco más de un mes el ala derechista del parlamento comunitario impidió votar un informe adoptado por el Comité de Derechos de la Mujer con medidas fundamentales para impedir la discriminación, como eran las ayudas para las madres trabajadoras y la conciliación de la vida familiar y profesional. ¿Lo ven?: el drama es que siempre son los que más hijos nos piden quienes hacen más difícil su crianza.

Es cierto: la campaña ha sido un desastre y las opciones poco atractivas. Pero el colmo del candor y la ignorancia (fomentada por quienes prefieren que nos quedemos en casa) sería creerse que en las elecciones del domingo no se dirime nada importante.

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