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AL CIERRE
Columna
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Contra el negacionismo

En muchos países el negacionismo, la negación del holocausto judío, se castiga como delito, y con razón, pero entre nosotros se da otro negacionismo impune: el de los que niegan, o minimizan, la represión franquista. Si en España es delito la apología del terrorismo etarra, también debiera serlo la del franquismo, que fue un terrorismo a escala estatal. Cuenta san Agustín de Alejandro Magno que, cuando en una campaña naval contra los piratas que, como los hodiernos somalíes en el Mar Rojo, infestaban el Mediterráneo oriental, habiendo capturado a uno, antes de ahorcarlo le reprochaba sus crímenes. El capitán pirata, perdido por perdido, le respondió con desparpajo: "Hago en este mar lo mismo que tú haces en todo el orbe de la tierra; sólo que a mí, porque lo hago con una pequeña nave, me llaman ladrón, mientras que a ti, porque lo haces con una gran armada, te llaman emperador". Los estudios locales que se van publicando confirman que las víctimas de la represión en la zona mal llamada nacional fueron muchas más que las de la zona republicana. Además, ni el Gobierno de la República ni los de la Generalitat o de Euskadi decretaron u ordenaron las matanzas de su zona, mientras que en la rebelde todo estaba controlado, e incluso programado de antemano en las instrucciones preparatorias del "Director" (Mola), que ordenaban empezar con una violencia extrema para disuadir de toda resistencia. Por eso los que hacen la apología del franquismo y su terror se hacen responsables de lo que el historiador Paul Preston, en un libro que está a punto de ver la luz, ha llamado "el holocausto español".

Hoy algunos no se atreven a negar abiertamente la represión franquista, pero se oponen a que se investigue, alegando que es reabrir las heridas de la Guerra Civil. Son los mismos que durante 40 años vocearon ad nauseam la "barbarie roja", y ahora no permiten que se vea la otra cara de la luna. En España, a diferencia de Chile o Argentina, no se pretende, al menos entre la gente más sensata, la persecución penal de los culpables, ni la investigación de fortunas, pero lo mínimo que se puede exigir es la investigación de lo ocurrido: sólo la verdad nos hará libres.

Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.

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