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Reportaje:

"Me fui para que no me mutilaran"

Dos mujeres a la espera de asilo relatan cómo han hecho frente a la ablación

Ester llegó desde Eritrea. Mary vino de Senegal. La vida de estas dos mujeres ha estado marcada por la mutilación genital que se practica en sus países. Ahora esperan que el Gobierno acepte su petición de asilo. Buscan refugio en España alegando persecución por razón de sexo.

Cuando su madrastra le dijo a Ester, de 21 años, que tenía un marido para ella, huyó de casa y de su país. No sólo le horrorizaba el matrimonio con un viejo desconocido. Sabía que, como marca la tradición de su tribu, el paso previo a la ceremonia era la ablación del clítoris. Y tenía terror a ese momento: "Mucha gente muere, es muy doloroso, amigas del colegio no han sobrevivido". "Me iban a llevar a una mujer para que me mutilara", relata en la sede de Valencia de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que ha tramitado la solicitud para lograr el estatuto de refugiada. "Así que cogí el dinero que encontré en casa y me fui".

Ester abandonó Eritrea poco antes de ser sometida a una extirpación genital
Mary dejó Senegal al ver "barbaridades" en el hospital donde trabajaba

Llegó a Marruecos por carretera, en un largo viaje del que se resiste a dar detalles. "No quiero hablar de ello", comenta. Sólo apunta que salió hacia Sudán "en camión". Y que muchas mujeres mueren o son violadas en la carretera en su escapada hacia Europa. Tampoco debió ser nada sencilla su entrada en Ceuta desde Marruecos. Para evitar los controles y la valla de seguridad que separa la ciudad española del país norteafricano llegó a nado, como refleja su expediente de asilo. Ahora, mientras espera que se resuelva su solicitud, asiste a clases de fontanería, electricidad y soldadura. "Espero poder trabajar pronto, ganar algo de dinero y empezar los estudios de ingeniería que no pude empezar en mi país".

Ester ha podido esquivar una tragedia que afecta al 80% de las mujeres que viven en Eritrea, Somalia, Sudán y Etiopía, los países donde más extendida está esta lacra. Unicef calcula que entre 100 y 130 millones de mujeres africanas han sufrido la extirpación parcial o total de sus genitales. Unos 26 millones han padecido la forma más extrema, que incluye el clítoris, los labios menores, parte de los mayores y la sutura de la vagina, con la única excepción de una pequeña apertura para evacuar la orina y el fluido menstrual. Sobre todo, se practica a niñas. Dos millones de menores corren cada año el peligro de padecer la mutilación y, en algunos países, la costumbre se practica con las recién nacidas, como sucede en la mitad de las niñas eritreas que padecen la ablación, según la organización humanitaria.

El norte de Senegal es otra de las zonas donde la mutilación se transmite con fuerza de generación en generación. Mary (nombre bajo el que oculta su verdadera identidad) es una enfermera senegalesa de 46 años que se hartó de contemplar desde el hospital en el que trabajaba las "barbaridades" que les sucedían a las mujeres mutiladas "sin ningún tipo de higiene ni instrumental adecuado". "Cuando no eran infecciones recurrentes y dolorosas eran partos complicados o cesáreas de repetición en mujeres muy jóvenes que no podían dar a luz de forma natural", relata. "Recuerdo un caso de una joven de 18 años. Era su cuarto parto y su cuarta cesárea. Murieron ella y el bebé".

De modo que se convirtió en activista contra de la mutilación femenina. Primero fue concienciando a su entorno, "casa a casa". Con el tiempo fue extendiendo su capacidad de movilización en círculos cada vez mayores hasta llegar a crear una asociación que puso en guardia a los grupos más conservadores del país. "Me llegaron a golpear en la calle por ello", relata mientras muestra una cicatriz en su mejilla derecha y varias más en los brazos.

Hace seis meses salió de su país de vacaciones hacia España y ya no ha podido volver. "Recién llegada me dijeron que la policía me buscaba y que había registrado mi casa". La acusaron de un aborto que había practicado hacía tiempo. "Lo único que hice es evitar que muriera la madre", señala.

Ahora su máxima preocupación son sus hijos, de 13 y 15 años. "Están con unos vecinos, mi marido falleció", indica. Pero además, esta mujer teme que si se le concede el asilo, sea para residir en Portugal, destino para el que recibió el visado. La normativa europea establece que el permiso lo conceda el país que otorga el visado. "Sería una lástima, porque esta mujer ya ha creado redes con asociaciones senegalesas en Valencia, se ha integrado y resultaría muy duro para ella tener que volver a empezar de nuevo en otro país", señalan desde el gabinete jurídico de CEAR-Valencia.

Existen precedentes que han dado la razón a casos como el de Ester o el de Mary. El último se hizo público el pasado 22 de mayo. Una resolución del Tribunal Supremo reconoció la condición de refugiada de Bola O., una nigeriana que llegó a España huyendo de un matrimonio impuesto después de haber sido mutilada sexualmente. El caso también lo planteó CEAR-Valencia. La Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior lo rechazó en 2004 al considerar que la mutilación genital femenina no era motivo para poder pedir la condición de refugiada. Tras diversas disputas judiciales, el alto Tribunal ha reconocido el derecho de esta mujer al estimar que existen indicios suficientes para considerar que ha existido "una persecución por su pertenencia al género femenino que le impone un matrimonio no deseado y le ha mutilado un órgano genital".

Sólo en CEAR-Valencia hay una docena de solicitudes de asilo por motivo de género, a las que se suman decenas en el resto del país. Y no sólo se trata de mujeres que han huido de una mutilación sexual. Cada vez hay más homosexuales o transexuales perseguidos en sus países que llegan buscando refugio.

Mary, en primer plano, oculta el rostro. Detrás, Ester.
Mary, en primer plano, oculta el rostro. Detrás, Ester.CARLES FRANCESC

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