'Amplis', fútbol y otras secuelas
El Primavera Sound barcelonés se rinde ante la potencia de los decibelios
¿Quieren conocer al gran triunfador de esta edición del Primavera Sound, al menos hasta anoche? El amplificador de guitarra. Se amontonaron por grupos de a cinco en los conciertos de My Bloody Valentine, que ayer repitió su epifanía sónica del primer día en la intimidad del Auditori, y de Sunn O))), dúo de metal meditativo de Seattle. Los primeros cayeron desde una altura de 130 decibelios, a oído de buen cubero, sobre el Forum barcelonés dos veces. La segunda se distinguió poco en repertorio de la anterior. Sí, en cambio, en la satisfacción que se adivinaba en las caras de tamaños sádicos del volumen; se sabían ante el público cautivo de un teatro. Un recinto sin escapatoria posible.
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Hoy será el turno de Neil Young, socorrida leyenda del rock
La audiencia reaccionó a la provocación sonora con los dichosos taponcitos en los oídos y con largas colas para acceder al concierto que, a la postre, no se llenó. Por la tarde, bandas como Yo La Tengo ("la técnica ha jugado en su favor") o Sunn O))) -"también haremos ruido, pero esto no es una competición deportiva"- comentaban la hazaña del día anterior de My Bloody Valentine en el Princess, también conocido como "el hotel de los artistas". Por si fuera poco, The pains of being pure at heart, la banda que se llevará quizá el premio de colocación de merchandising del festival, les homenajearon con su pop de himnos y guitarras distorsionadas.
El imposible nombre de Sunn O))), que tocaron hacia las 22.30, se debe, de hecho, a una marca de amplificadores baratos y muy muy ruidosos. Los tipos, que ya tocaron en el Sónar de hace un par de años, se visten como monjes, ponen a funcionar la máquina de humo y tocan delante de una pantalla de altavoces y ante una batería de pedales. Tsunamis de sonido cubren al público en un ritual en el que parece que algo va a suceder y no pasa realmente nada. El balance, dicho sin asomo de ironía, fue sobresaliente.
Las cosas volvieron al cauce del pop rock con Jarvis Cocker. Se movió todo lo que su estrechísima chaqueta le dejó. Y no, no era cosa del dandi de la clase obrera que siempre fue. "Salté tanto en la cama viendo la final de la Copa de Europa que me chafé la pierna", admitía con resignación el ex líder de Pulp convertido en crooner rockero de la mediana edad. La lesión (y la resaca, ésta sí, de champions) de Cocker no fueron las únicas secuelas de la hazaña del Barça. Pero casi. Abundan en el cartel las bandas estadounidenses, con miembros que siguen sin entender por qué lo llamamos fútbol si el balón es redondo.
Elocuente a la manera que sólo él es capaz, Cocker cantó a Angela y el resto de los habitantes de su nuevo disco, producido por Steve Albini. El mismo tipo, y disculpen el recurso a los tres grados de separación del pop, que, a la cabeza de Shellac, volvió a demostrar ya de madrugada por qué es la banda más íntegra del rock.
Poco antes, en la otra punta del recinto, el cantante de Art Brut confesaba que ya no es un alcóholico". "Lo dejé hace dos semanas", anunció al final de su primer trallazo de punk rock ilustrado. "¿Y sabéis qué? Ya tengo un veredicto sobre la mierda esta de la abstinencia... Es un jodido aburrimiento". Otro ilustre desintoxicado, Jason Pierce, líder de Spiritualized, aprovechó una de esas raras ocasiones en las que sólo hay un concierto en marcha en este festival para despachar un recital que rozó lo irreprochable.
Hoy será el turno de Neil Young, socorrida leyenda del rock. Es a las tendencias de este festival lo que Oscar Wilde al arte de la cita. Siempre se puede contar con él para una crónica. Porque sí, se espera que Neil traiga una torre de amplificadores de proporciones bíblicas.
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