El cuento de las dos hermanas
Antes de lograr su golpe maestro con A bittersweet life (2005), enérgico cruce del noir melvilliano con la memoria del cine de acción hongkonés, el coreano Kim Ji-woon le había dado una estimulante vuelta de tuerca a las maneras del cine de terror oriental con Dos hermanas (2003): espejismo de perverso cuento de hadas con madrastra que, en su interior, ocultaba un laberinto de identidades fracturadas, a medio camino entre Repulsión (1965), de Roman Polanski, y El otro (1972), de Robert Mulligan, Dos hermanas lograba un eficaz equilibrio entre la pirotécnica coreografía de golpes de efecto y la exquisitez de su puesta en escena.
Versión americana de la película de Kim Ji-woon a cargo de los británicos hermanos Guard -cuyo historial previo se ha desarrollado exclusivamente en el terreno del cortometraje-, Presencias extrañas adapta la letra, pero no la música del original: es decir, sirve su trama sin el soporte de esa puesta en escena que neutralizaba sus aspectos más tramposos. En su día, Gore Verbinsky y Walter Salles aportaron al espinoso oficio de americanizar éxitos del terror oriental cierta sofisticación en las formas, que rompía con las gastadas claves estéticas que fosilizó el género en los ochenta. Los hermanos Guard aplican el piloto automático y lo único reseñable de Presencias extrañas es Emily Browning, actriz que se diría la hermana perdida -y australiana- de nuestra María Valverde.
PRESENCIAS EXTRAÑAS
Dirección: Charles y Thomas Guard.
Intérpretes: Emily Browning, Elizabeth Banks, David Strathairn, Arielle Kebbel, Maya Massar.
Género: terror. EEUU-Canadá, 2009.
Duración: 87 minutos.
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