En la gran casa de la fama
Aislados en una casa, y presionados por el desafío de quedarse en ella hasta ganar el programa, los concursantes del programa de televisión Gran Hermano aguantan como pueden y procuran dar con la mejor estrategia para seducir al público y que no los echen. Pueden ir de buenos o de malos compañeros, ser descarados o modositos, tener líos sentimentales o evitarlos. Todo vale. Ahora resulta que a los políticos argentinos los han metido también en una casa, y ya se encargará el público de ir echándolos a uno detrás de otro hasta quedarse con su preferido. El programa se llama Gran Cuñado, y Cristina Fernández, presidenta de Argentina, ha llegado ya a estar nominada, aunque finalmente se salvó. Bueno, no se salvó exactamente ella, sino el actor que la interpreta.
Será una broma, pero los jefes de campaña de todos los partidos no pierden ripio. En Argentina hay elecciones legislativas el 28 de junio, y existe el temor de que la gente termine por confundir al candidato de verdad con el concursante de mentira y termine por salvar al que tenía que haber eliminado. El programa empezó con 19 inquilinos en la casa: la presidenta; su marido, Néstor Kirchner; el vicepresidente Julio Cobos; Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires; el sindicalista Hugo Moyano, distintos miembros del Gobierno...
Como en Gran Hermano, se reúnen para confabular, hablan mal de los que no están presentes, inflan algún lío sentimental, sueltan alguna lágrima, invocan a Dios. El programa lo conduce Marcello Tinelli, e incluye números con los concursantes, y así se ha visto bailar de manera arrebatadora a Cristina Fernández o rapear al líder de un partido de la oposición para pedir votos. La presidenta tiene bruscos cambios de ánimo, Kirchner va de pillín, el vicepresidente Cobos no deja de dudar.
Los telespectadores argentinos van así un palmo por delante que el resto de los mortales: ya saben si existe alguna diferencia entre los concursantes de Gran Hermano, que darían cualquier cosa por 30 segundos de fama, y los políticos, que también están dispuestos a todo por su cuarto de hora de popularidad. ¿Un Gran Cuñado español? Serviría para descubrir si aquí la ficción puede superar a la realidad.
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