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Columna
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Modelo

Bienvenido el evangelio estratégico que anuncia Zapatero, pero ahora hace falta ponerse a concretar

Nobleza obliga. Contra mi frecuente tendencia de criticar desde esta columna las debilidades del presidente Zapatero, en esta oca-sión tengo que rendirme a la evidencia, reconociendo que su postura en el debate sobre el estado de la nación, pese a las objeciones que apuntaré después, me convenció en términos generales quizá por primera vez. Y lo sostengo así no por su clara victoria sobre el jefe de la oposición, después confirmada por los sondeos del CIS, sino por el contenido programático de su discurso, que incluyó por fin una incipiente propuesta estratégica, apenas esbozada, con la que no puedo menos que estar de acuerdo. Pero vayamos por partes.

Respecto al debate en sí, su desarrollo escénico favoreció al presidente tanto por su formato narrativo como por los errores de su antagonista. En efecto, se trató del clásico thriller que narra el dramático calvario de un héroe acosado por un tropel de perseguidores que porfían en hacer leña del presunto árbol caído. Pero al denostarle con los mismos improperios proferidos a coro, los distintos portavoces parecían formar una heterogénea jauría de perros de presa, dejando por contraste que Zapatero jugase frente a todos el papel más brillante. En tal tesitura, el jefe de la oposición quedó reducido a ser uno más entre varios, como miembro intercambiable del coro de villanos.

Por lo demás, con su discurso monótonamente destructivo, Rajoy estuvo demasiado previsible (que es como a él le gusta equivocadamente presentarse ante sus electores), sin ninguna capacidad de sorprender ni por tanto interesar al espectador. Y es que, como villano ("váyase, señor Rodríguez"), Rajoy no le llega a su antecesor Aznar ni a la suela de los zapatos. Tanto más cuanto, frente a la redundante previsibilidad de su rival, Zapatero, en cambio, logró sorprender a todo el mundo, cogiendo a sus críticos con el paso cambiado. Pero si lo logró no fue por el esperado conejo que se sacó de su chistera (el cheque-coche de este año, como el cheque-bebé del pasado) sino por su propuesta estratégica de nuevo modelo productivo, a partir de la innovadora cancelación de las exenciones fiscales por compra de vivienda, con la que también se espera liquidar el stock inmobiliario acumulado.

Desde entonces acá, mucho se ha criticado el tan cacareado cambio de modelo productivo anunciado por Zapatero. Y es verdad que tampoco a mí me gusta nada la palabra "modelo" utilizada por el presidente, que suena a marca publicitaria. Pero ya se sabe que los eufemismos semánticos políticamente correctos son la marca de la casa, desde que Zapatero se dejó seducir por los marcos verbales del lingüista político Lakoff (el de los elefantes mentales). Pero al margen de esta disculpable retórica, a la que por otra parte recurren todos sus rivales sin excepción, lo cierto es que Zapatero demostró disponer por fin, con modelo o sin él, de algo parecido a una estrategia. Y una estrategia, además, con la que se puede estar de acuerdo. Pues en la legislatura anterior tuvo otras dos (la España plural y el proceso de paz), difíciles de compartir y que acabaron mal. Pero en esta segunda legislatura no tenía ninguna, gobernando hasta aquí con tacticismo improvisado. Mientras que ahora parece disponer al fin de estrategia propia.

El objetivo estratégico que nos propone alcanzar a todos es transformar nuestro sistema productivo para hacerlo sostenible en un triple sentido. Ante todo, económicamente sostenible, lo que exige superar su actual dependencia del sector inmobiliario, para lo que se cancela la desgravación fiscal de la vivienda en propiedad. Cabe estar completamente de acuerdo, aunque dejó sin definir la transición (cómo reconvertir la construcción residencial hacia el alquiler) y el recambio del sector dominante (¿ingeniería, turismo, servicios, biotecnología, agroindustria, exportación...?). Después, ecológicamente sostenible, aunque aquí todo es indeterminado, por más que suene bien.

Y por último, socialmente sostenible. Igualmente de acuerdo, pero también aquí está todo sin definir. No parece que Zapatero se tome muy en serio el inminente envejecimiento demográfico, que exigirá reformar el sistema de pensiones y multiplicar exponencialmente las plazas en residencias geriátricas. Y para ello, ese plan de inversiones municipales que ofrece para "dependencia" resulta claramente insuficiente. Eso por no referirnos a la actual insostenibilidad del sistema dual de contratos laborales (fijos y temporales), de cuya imprescindible reforma reclamada por los 100 mejores economistas Zapatero no quiere ni hablar. En suma, bienvenido sea el evangelio estratégico que anuncia. Pero ahora hace falta ponerse a concretar y a trabajar.

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