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EE UU e Israel marcan el inicio de una etapa conflictiva

La primera cita entre Barack Obama y Benjamín Netanyahu, hoy en la Casa Blanca, marca el arranque de una nueva singladura. Las políticas del primer ministro israelí y del presidente estadounidense para encauzar el conflicto árabe-israelí distan un abismo y un hecho parece indudable: Israel no disfrutará de la carta blanca que el presidente George Bush otorgó a Ehud Olmert y a Ariel Sharon. Los vientos han cambiado. Netanyahu planteará que el programa nuclear iraní debe copar la agenda y pretende que Estados Unidos limite en el tiempo la negociación con Teherán. Obama, que ha advertido a Israel de que se abstenga de lanzar un ataque aéreo contra Irán, observa Oriente Próximo como un rompecabezas: el expediente palestino y Siria -un acuerdo global con los países árabes- no pueden continuar en el limbo.

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Obama apoyará la creación de un Estado palestino y exige el fin de los asentamientos

Los primeros ministros Isaac Shamir, a finales de los ochenta, y Netanyahu, en su primer mandato (1996-1999), se las tuvieron tiesas con George Bush padre y con Bill Clinton. Después llegó la luna de miel con Bush hijo, merced a su desdén por el conflicto israelo-palestino. Los diplomáticos israelíes están ahora preocupados. El mandatario estadounidense parece dispuesto a rechazar tácticas dilatorias, y decidido a no dilapidar tiempo. La escuálida izquierda israelí, que observa el régimen de apartheid y el expolio de tierras árabes en Cisjordania como un cáncer para su propio país, anima a Obama para que presione vigorosamente a su aliado. "Un mensaje debe emerger: Israel ha de congelar, sin mentiras, la construcción en las colonias y establecer una agenda rígida para desmantelar la empresa colonial", opinaba el analista Gideon Levy.

Asentado en la Casa Blanca, las misivas remitidas desde Washington se escuchan machaconas. Israel, advierten los enviados de Obama, debe detener la expansión colonial, la demolición de casas árabes en la Jerusalén ocupada, y bajo ningún concepto atacar las instalaciones atómicas de Irán. Además, tiene que aceptar la fundación de un Estado palestino como única solución viable. Pero también cotidiano ha sido el rechazo del Ejecutivo israelí a frenar la expansión de los asentamientos -aducen el crecimiento demográfico, un "truco" para reforzar la ocupación, según ONG israelíes- y a pronunciar las palabras que desea escuchar Obama: "Compromiso con la creación de un Estado palestino".

La visita es sólo el comienzo de una larga andadura. Netanya-hu ya ha esbozado nuevos requisitos -que los líderes palestinos reconozcan a Israel como Estado judío es la última- para una negociación con el presidente Mahmud Abbas, que pretende se limite al desarrollo económico de Cisjordania y a la construcción de instituciones. No es su prioridad.

Convencido de que Irán amenaza la existencia del Estado sionista -discrepa, entre otros, el ministro de Defensa, Ehud Barak-, Netanyahu colocará ese asunto a la cabeza de sus peticiones. Habla del presidente iraní como si de Hitler se tratase. Nada nuevo en Israel: el ex presidente egipcio Nasser fue equiparado con el dictador nazi, y el ex mandatario sirio Asad, y Yasir Arafat, y el jefe de Hezbolá, Hasan Nasralá, y los dirigentes de Hamás...

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