De becario a figura
Haciendo abstracción de lo que un buen observador de la realidad española, el filósofo Ortega y Gasset, afirmó sobre que el hombre era él mismo y sus circunstancias, prescindiré de estas últimas en el caso que nos ocupa -el Premio Velázquez-, aunque la trayectoria hasta el momento de esta distinción artística oficial, vista en su conjunto, resulte bastante desconcertante. Me centraré en la personalidad del ahora galardonado, el reputado artista catalán experimental Antoni Muntadas (Barcelona, 1942), que "huyó" de España hace casi 40 años sin que le persiguiera la Brigada Político Social. Antoni Muntadas, desde las muy tempranas fechas de comienzos de 1970, empezó a usar como soporte artístico los nuevos medios de la tecnología audiovisual, entonces tan arcanos como ahora divulgados, pero, sobre todo, se inició en una senda crítica todavía menos frecuentada por aquellas fechas: la del análisis artístico desde una perspectiva antropológico-social.
Fue asombroso; un creador de un país aislado se fijaba en los nuevos medios
Visto retrospectivamente, fue asombroso que un por aquel entonces joven vanguardista de un país provinciano y aislado, no sólo se percatase de la idoneidad artística de los nuevos soportes tecnológicos audiovisuales, sino que los usase para un fin tan específico y adecuado: la investigación social. Aunque una tan inteligente apreciación de lo que iba a ocurrir en el mundo del arte no pasase desapercibida en ciertos muy minoritarios círculos españoles de la década de 1970, como se corrobora en las exposiciones individuales que tuvieron lugar en la galería Vandrés de Madrid y Metrás de Barcelona, el caso es que en 1977 Muntadas se refugió en el Center for Advances Visual Studies del Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), donde recibió e impartió cursos sobre los nuevos medios, primera etapa de lo que habría de convertirse en un feraz e inteligente trabajo americano en el que todavía hoy sigue inmerso, y por el que ha recibido numerosos y acreditados reconocimientos en aquel país. En España, como en tantos otros casos, su apreciación crítica ha evolucionado de manera abrupta, pasando sin transición de una inveterada condición de becario a la de máxima figura.
Pero, como he prometido y me esfuerzo por obviar las circunstancias, diré que Muntadas, español o no, ha desarrollado un denodado, fecundo y muy sobresaliente trabajo de exploración sobre la identidad en sí y la manipulación política de los medios de comunicación de masas, no sólo desvelando sus entresijos sintácticos, sino, en efecto, su aplicación social en el terreno cultural. Sus observaciones teóricas y prácticas acerca de cómo la influencia mediática moldea los macroentornos y los microentornos fueron aportaciones de una notable relevancia crítica, que lo convirtieron en una referencia internacional imprescindible al respecto. Por lo demás, es admirable cómo Muntadas no ha dejado de profundizar en sus análisis y cómo, en consecuencia, no ha dejado de renovar su obra que ya forma parte de la historia del arte internacional.
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