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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

España, entre los proscritos

El Gobierno estadounidense ha publicado su lista anual en la que ficha a los países que, a su juicio, no combaten con el necesario fervor la piratería en Internet. España aparece, como en 2008, en una lista de 35 países bajo vigilancia. Los Gobiernos denunciados deberían entablar negociaciones con el norteamericano para acomodarse a los patrones anglosajones si no quieren sufrir una eventual represalia comercial. Que Estados Unidos tenga autoridad para despachar una lista mundial de proscritos causa perplejidad porque tiene el mismo problema doméstico. En casa del herrero, cuchillo de palo. La patronal discográfica de EE UU, la RIAA, persiguió a 26.000 internautas locales. El primer caso judicial terminó con una multa de 158.000 euros a una madre soltera por descargar 24 canciones. Pero esta campaña ha tenido efectos ridículos. Un dato. El segundo país de donde procedían los visitantes del condenado Pirate Bay, sitio sueco de enlace a descargas, era Estados Unidos.

Ahora, la RIAA contempla con simpatía una fórmula como la que pretende implantar Francia: cortar por la vía administrativa la conexión a los internautas reincidentes. Una medida que ayer recibió el varapalo de la Eurocámara, que exige una orden judicial para restringir el uso ciudadano de Internet. Precisamente, el documento estadounidense ataca a los jueces y fiscales españoles que han establecido soberanamente que el intercambio de archivos protegidos sin ánimo de lucro no es un delito. Si España quisiera ser obediente debería cambiar sus leyes.

Indudablemente, hay un problema. Apenas nadie niega el derecho de los autores. Otra cosa es cómo protegerlos. Todo el mundo paga sin rechistar los yogures y, en cambio, el trapicheo con la creación no incomoda. Pero, entre otras razones, al consumidor seguramente le parece más justo el precio de los lácteos que los que impone la industria de la música. En este terreno todo está en discusión. Incluso los términos empleados. A la RIAA le parece indulgente hablar de "piratas". Prefiere el término "ladrones". Y colectivos de la Red reclaman que se evite un vocablo que se asocia a los salteadores somalíes.

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