La crisis y el empleo
Las cifras de la EPA correspondientes al primer trimestre son dramáticas. En un año la población activa ha crecido en 500.000 personas (300.000 de ellas extranjeras), el empleo se ha reducido en 1,3 millones y el paro ha aumentado en 1,8 millones, de ellos 837.000 en el primer trimestre de 2009. Es evidente que algo fundamental falla en nuestro modelo económico.
La caída de la ocupación refleja el perfil de la crisis. En los últimos seis meses se destruyeron casi un millón de empleos, lo que contrasta con la pérdida de algo menos de 90.000 en el semestre precedente. Aunque hay factores estacionales que distorsionan las cifras, la fuerte caída es coherente con lo que sabemos de la evolución de la actividad, tanto dentro como fuera de España. En nuestro país el PIB cayó en el último trimestre de 2008 a un ritmo (en tasa anual) del 4%, pero los indicadores del primer trimestre de este año apuntan a una caída de mayor intensidad. El pronóstico más extendido para el segundo trimestre es el de una desaceleración del retroceso de la actividad, que terminaría por estancarse en la segunda parte del año. Para los optimistas, la recuperación vendría a comienzos de 2010; para los pesimistas, en la segunda mitad de dicho año. En ambos casos la recuperación sería lenta.
La crisis del empleo es asimétrica. La contratación por tiempo indefinido aumentó en el primer trimestre, mientras que el número de trabajadores con contratos temporales disminuyó en más de medio millón. Es una prueba más, por si alguien lo dudaba, del carácter dual del mercado de trabajo en España: por una parte hay un colectivo de casi 12 millones de empleados a tiempo indefinido que se encuentra relativamente (sólo relativamente) protegido de la crisis mientras que, por el otro, hay 4 millones de trabajadores temporales (uno menos que hace un año) que sufren en primer lugar las consecuencias del desempleo. El sistema es flexible pero radicalmente injusto en su funcionamiento.
No es exagerado decir que este modelo dual es lo contrario de lo que se necesita para superar la crisis desde una perspectiva de futuro. Para que la economía española sea más competitiva hay que elevar el nivel de formación de la mano de obra, especialmente de los jóvenes que encuentran un primer empleo. Pero la precariedad del mismo impide completar su formación en el trabajo y rellenar las lagunas de la formación profesional.
La evolución trimestral comparada de la población y del número de activos refleja un desfase progresivo entre población y actividad en lo que se refiere a los trabajadores nacionales. Es posible que la intensidad de la crisis comience a disuadir a personas, potencialmente activas, de la búsqueda de un trabajo porque piensan que tienen escasas posibilidades de encontrarlo. Esto ha sucedido en otras recesiones pero, a diferencia del pasado, la familia desempeña un menor papel como elemento de protección, si bien esta evolución se compensa parcialmente por la mayor extensión de la protección social. La severidad de la crisis del empleo requiere una respuesta urgente por parte de los agentes sociales y del Gobierno. Los más de 4 millones de parados necesitan algo más que una benévola indiferencia.
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