Videojuegos sin sangre en el Matadero
Una exposición muestra las creaciones no violentas del japonés Kenta Cho
A los videojuegos de Kenta Cho juegan un puñado de frikis de todo el mundo y la chavalería de Legazpi. La obra de este creador japonés -gurú de los videojuegos independientes, más cercanos al arte multimedia que a la industria del ocio-, ha aterrizado en la Estación Futura del Matadero de Madrid, un espacio que hasta enero de 2010 se dedicará a explorar el concepto del juego con exposiciones y ponencias los últimos viernes de cada mes. "Me alegra que la gente conozca mis juegos a través de exposiciones", dice Cho por mail desde Japón, "pero me avergüenza un poco que me llamen gurú". Bajo el título Los sueños euclídeos de Kenta Cho la exposición se convierte por las tardes en inusual sala de recreativos para los chicos del barrio. "Son un gancho sirven para acercarles a la creación contemporánea porque el videojuego es una experiencia lúdica, pero también una herramienta crítica y educativa", dice María Villa, de Intermediae, el programa de creación contemporánea de Matadero. Pero empecemos por el principio.
El movimiento de los videojuegos 'indies' recupera el trabajo del artesano
Press Start. Olvide los videojuegos que conoce. Las creaciones de Kenta Cho no tienen nada que ver con los títulos convencionales que venden millones de copias (hace años que la industria factura más que el cine y la música). De entrada, los juegos de Cho no se venden, son gratis. "Son demasiado simples y demasiado especiales para el mercado", dice el diseñador. Obras unipersonales por amor al arte que regala en Internet. Para mantenerse trabaja como investigador en Toshiba, escribiendo divertidos ensayos como Computación especulativa y acción/ejecución en sistemas multiagente. "El hecho de tener un trabajo de verdad no quiere decir que Cho no sea profesional en sus creaciones, Juan Benet era ingeniero y Juan García Hortelano funcionario, y no se les llamaba novelistas aficionados", dice Javier Candeira, creador del prestigioso weblog Barrapunto y comisiario de la exposición. "El movimiento de los videojuegos indies recupera el trabajo del artesano en un campo que se ha convertido casi en un funcionariado por culpa de las superproducciones para consolas de última generación". En este marco, que el video-juego es un arte, ni se discute.
Level 1. En los juegos de Cho no hay fotorrealismo, sangre, fútbol ni narrativas grandilocuentes. Tumiki Fighters es un juego de disparo en dos dimensiones donde se pilota un avioncito pixelado que lucha contra monstruos formados por infantiles bloques de construcción. Hermosamente minimalista, con una sideral banda sonora que se acopla a los movimientos. Y lo mejor, a los 10 segundos de agarrar el mando uno sabe lo que tiene que hacer y ya está enganchado. A eso los expertos lo llaman jugabilidad, la esencia del placer que provoca echarse una partida. "Siempre hago juegos a los que me gustaría jugar", dice Cho con humildad nipona, "y como no sé dibujar muy bien, he creado este estilo abstracto". Las piezas de Kenta Cho están colocadas en una cúpula geodésica (un iglú de hierros). Seis asientos de coche con ruedas se enfrentan a seis monitores de los que cuelgan un mando y unos cascos. El habitual espacio de modernos y artistas se transforma: "Tenemos mucho público del barrio", dice Villa, "sobre todo chavales inmigrantes que echan la tarde, tienen muy poco y aquí encuentran oro".
Game Over. Miguel Trujillo tiene 13 años y es de Ecuador. Desde hace días se sienta frente a la obra de Cho. Su juego favorito es, precisamente, Tumiki Fighters. "Mola porque es molón, parece fácil, pero no: siempre me matan enseguida y eso mola".
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