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Entrevista:RESPUESTAS DEL PRESIDENTE FRANCÉS | Visita de Sarkozy a España

"Francia resiste mejor la crisis porque fueron menores los excesos"

"Nadie pensó que llegaríamos tan lejos en la reforma del sistema bancario"

Antonio Jiménez Barca

El presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, accedió esta semana a contestar a un cuestionario limitado de preguntas remitido por EL PAÍS. En sus respuestas, Sarkozy, de 54 años, se reafirma en sus recetas contra la crisis a pesar de la creciente protesta social en Francia, define su modelo de capitalismo moral, comenta el significado de la irrupción de Barack Obama y habla de su "amigo" José Luis Rodríguez Zapatero. Al referirse a la información del periódico Libération, según la cual, en una reunión privada, calificó al presidente español de "poco inteligente", Sarkozy zanja así la cuestión: "José Luis es un hombre de talento".

Pregunta. La protesta social se intensifica. Para el 1 de mayo hay convocada otra manifestación, que se prevé masiva, y será la tercera. ¿Sigue pensando que no se ha equivocado en la política económica adoptada para la crisis?

"El capitalismo se extravió al primar al especulador sobre el emprendedor"
"De momento nuestras decisiones [contra la crisis] han sido acertadas"
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Respuesta. La crisis que atravesamos no se parece a ninguna otra. Nadie, ni siquiera los mejores economistas, la anticipó, por lo menos no en cuanto a la duración o la profundidad. Y nadie puede decir hoy con certeza lo que va a pasar ni cuánto va a durar. Todo eso requiere de nuestra parte mucha humildad. Con todo, aún en este contexto incierto y difícil, como dirigentes tenemos la responsabilidad de tomar decisiones. Y eso es lo que hacemos todos los días, intentando no cometer errores que puedan agravar la crisis. Todos procuramos, tanto en Francia como en España, tomar la mejor decisión en el mejor momento. ¿Lo hemos conseguido hasta ahora? Probablemente sea demasiado pronto para juzgarlo definitivamente, pero lo cierto es que, de momento, nuestras decisiones han resultado acertadas.

Me refiero, primero, a todo lo que hemos conseguido junto a nuestros socios europeos para organizar la cooperación internacional. Europa ha sido un motor frente a la crisis. Le recuerdo que es el plan europeo de rescate de la banca lo que evitó que el sistema financiero internacional se desplomara por completo. También fue Europa quien pidió y consiguió la creación del G-20. Y también ha sido Europa la que ha contribuido ampliamente, por su alto grado de exigencia, a que la cumbre de Londres alcanzase logros históricos, en especial en materia de regulación.

También me refiero a todas las medidas que, en Francia, hemos tomado para garantizar la firmeza y continuidad del sistema bancario, para reflotar la economía con un plan de recuperación ambicioso, centrado en inversiones que sirvan para modernizar al mismo tiempo el país y, por último, para ayudar a aquellos franceses a quienes la crisis afecta más duramente.

Además, algunas de nuestras iniciativas han servido de inspiración a nuestros socios, incluso las que en un principio suscitaban alguna reserva. Estoy pensando, por ejemplo, en las medidas que tomamos para sostener al sector del automóvil: la prima de desguace o el plan de apoyo para los fabricantes.

Veo que Francia resiste, de momento, algo mejor que los otros, quizás porque fueron menores los excesos del periodo anterior, pero quizás también porque las medidas que hemos tomado empiezan a surtir efecto. No es como para sentirse ya satisfecho; lo tomo más bien como un aliciente, para que ni el Gobierno ni yo mismo bajemos la guardia, para que sigamos actuando con la misma energía y determinación.

Usted me habla del desasosiego de los franceses, pero en un periodo tan difícil, ese desasosiego es perfectamente comprensible, diría incluso que es normal que se exprese, porque hay personas que se están quedando sin trabajo y no saben lo que les deparará el futuro. Tampoco es algo exclusivo de Francia, donde tenemos la suerte de contar con un sistema de protección social desarrollado. Lo que no impide que tengamos que hacer más por esas personas. Debemos, a la vez, atender lo urgente, mejorando, por ejemplo, las condiciones de indemnización del desempleo parcial, y preparar el porvenir, como lo estamos haciendo ya, al ayudar a las empresas que gocen de un fuerte potencial de crecimiento y modernizando las universidades. Así es como devolveremos a la gente la confianza en el futuro.

P. Usted defiende siempre la moralización del capitalismo. ¿Cómo se consigue? ¿Considera la reunión del G-20 un primer paso?

R. Para mí, moralizar el capitalismo significa acabar con los excesos de las últimas décadas, que han conducido a la crisis actual. El capitalismo se extravió al primar al especulador sobre el emprendedor, al corto plazo sobre el largo, a la economía ficticia sobre la economía real. Ese capitalismo presionó para correr riesgos cada vez más inmoderados, de una amplitud que, con todo, se disimulaba; dejó que algunos especulasen en lugar de invertir; ese sistema aceptó que las agencias de calificación crediticia comerciasen con confianza en productos tóxicos; toleró que los fondos de cobertura (hedge funds) eludiesen todos los controles, cuando el banco regional más pequeño en Francia, o en España, está sometido a ellos; un sistema, en una palabra, que dejó que se multiplicasen los paraísos fiscales.

Todo eso es lo que hay que cambiar. ¿Cómo? Reconstruyendo un sistema mejor regulado, más ordenado y transparente; volviendo a los valores fundamentales del capitalismo: trabajo, esfuerzo, responsabilidad; y devolviéndole la primacía al emprendedor, al inversor.

Para eso era indispensable que el mundo se uniese. Es lo que pedí en septiembre ante la Asamblea General de Naciones Unidas y es lo que hemos obtenido, con nuestros socios europeos, al crear el G-20. La cumbre de Londres, después de la de Washington en noviembre, nos ha hecho avanzar realmente de modo histórico. Más que un "primer paso", se trata de un auténtico cambio. Hemos puesto en vigor el principio de que nunca más, ninguna entidad o plaza financiera volverá a eludir los controles. Y eso se aplica tanto a las agencias de calificación como a los fondos de cobertura. Hemos publicado la lista de paraísos fiscales, que ahora tienen que cumplir las exigencias de transparencia de la comunidad financiera internacional, y hemos convenido en sancionar a los que se nieguen a hacerlo. Hemos adoptado reglas sobre las remuneraciones en los bancos para que dejen de incitar a correr riesgos desmesurados y nos hemos puesto de acuerdo para hacer evolucionar profundamente la normativa contable para que no sirva para engordar la crisis después de haber aumentado, de manera totalmente artificial, la riqueza creada en el pasado.

Claro que todavía nos queda camino por recorrer. Todavía tienen que surtir efecto concreto todas estas reformas. También tenemos que avanzar en otros ámbitos, como el de la reforma del control de la economía mundial. Por eso nos vamos a volver a reunir en septiembre. Pero, francamente, nadie pensaba que seríamos capaces de llegar tan lejos y tan rápido cuando se lanzó la idea de reformar el sistema financiero internacional.

P. ¿Cómo ha cambiado la escena internacional con la llegada de Barack Obama?

R. Desde su elección, el presidente Obama ha optado claramente por la concertación, lo cual es fundamental, pues vivimos en un mundo en el que nadie puede pretender solucionar por sí solo los problemas. Para hacer frente a los desafíos que se nos presentan, la cooperación es indispensable.

Sobre varios temas fundamentales, la visión de Estados Unidos y la de los europeos también se ha acercado mucho. Así sucede en la lucha contra el cambio climático, para la cual el compromiso de Washington será determinante a fin de obtener resultados. También es así en Afganistán, donde la nueva estrategia de la Administración norteamericana concuerda en todo punto con nuestro enfoque. Es así también con respecto al caso iraní, en el que Estados Unidos ha decidido privilegiar un diálogo exigente y sin complacencias, que nosotros, los europeos, iniciamos desde 2003. El nuevo clima instaurado en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia también resulta sumamente alentador, así como la voluntad de los norteamericanos de comprometerse nuevamente en pro de la paz en Oriente Próximo y de convencer al régimen cubano de avanzar por el camino de las reformas. Por último, tampoco olvido los anuncios prometedores hechos por el presidente Obama en materia de desarme.

Sobre todos esos temas y sobre muchos más, las perspectivas de cooperación entre Europa y Estados Unidos son inmensas. Ésta es la senda que debemos seguir, pues la historia ha demostrado que los europeos y los norteamericanos nunca son tan fuertes, tan capaces de cambiar el curso de las cosas, como cuando están unidos. Lo hemos comprobado durante la reciente gira del presidente Obama por Europa, durante la cual la perfecta comprensión entre la Unión Europea y Estados Unidos permitió hacer del G-20 de Londres y de la cumbre de la OTAN dos éxitos notables. En cada oportunidad, el compromiso y la determinación del presidente Obama tuvieron un papel decisivo.

P. ¿Por qué no debe entrar Turquía en la Unión Europea?

R. Mi postura sobre esta cuestión es clara, y no ha cambiado: Turquía es un gran país amigo, e incluso un aliado, puesto que es miembro de la OTAN. Debe mantener los vínculos más estrechos posibles con la Unión Europea, pero no ser uno de sus miembros. Establecer entre la Unión Europea y Turquía una verdadera alianza privilegiada constituye la solución más sensata, tanto para Europa como para Turquía.

P. ¿Considera adecuado que Obama se haya pronunciado por el ingreso de Turquía?

R. No me molesta en absoluto que el presidente de Estados Unidos haya querido darnos su opinión sobre este tema. Barack Obama es un hombre con convicciones y me parece perfectamente normal que las defienda. Por lo demás, es una decisión que corresponde, por supuesto, únicamente a los miembros de la Unión Europea, que deberán pronunciarse por unanimidad. Acabo de manifestarle mi convicción sobre el tema, que no cambiará.

P. A veces se le ha acusado de proteccionismo, por haber dicho que no ayudaría a ninguna empresa que decidiera sacar sus fábricas de Francia. ¿Corren algún peligro las fábricas de constructores de automóviles franceses implantadas en España?

R. Es exactamente al revés. Al apoyar a los fabricantes franceses en un periodo extraordinariamente difícil para ellos, les ayudamos también a salvar las factorías y los empleos instalados en el extranjero y en particular en España.

¿Quién puede seriamente creer que, cuando la crisis golpea a grandes grupos como PSA o Renault, sólo se vean afectadas las fábricas situadas en Francia? Todos los empleos están amenazados, incluyendo los que se encuentran en el extranjero.

Además, no creo que nadie considere hoy que las medidas que tomamos eran proteccionistas. Al contrario, veo que nuestro plan no sólo ha sido catalogado como conforme al derecho comunitario por la Comisión Europea, sino que también ha inspirado iniciativas similares a algunos de nuestros socios europeos. Eso me complace, pues no teníamos derecho a permitir que se hundiera la industria automotriz europea.

P. Su relación personal y política con el anterior jefe del Gobierno español, José María Aznar, era excelente. ¿Cómo son ahora las relaciones con el socialista José Luis Rodríguez Zapatero? Un artículo del diario francés Libération las citaba diciendo que usted consideraba que el presidente Zapatero no era muy inteligente. El Elíseo lo desmintió, pero ¿desea añadir algo al respecto?

R. No cuente conmigo para comentar rumores absurdos que, además, ya han sido desmentidos por quienes participaron en esa reunión, incluyendo a los representantes de la oposición. No me sorprende que haya en Francia personas que intenten instrumentalizar tales mentiras, aunque da mucho que pensar en cuanto al concepto que dichas personas tienen de la responsabilidad en política.

José Luis y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo y nuestras relaciones -esto no es un secreto para nadie- van mucho más allá que una simple relación entre dirigentes extranjeros. Profesamos el uno por el otro una gran estima, un afecto sincero y, creo poder afirmarlo, una verdadera amistad.

Aunque no pertenecemos a la misma familia política, siempre hemos sabido trabajar juntos, ya sea para estrechar las relaciones entre nuestros países, o bien para avanzar juntos con respecto a los grandes problemas europeos e internacionales. Cuando yo era ministro del Interior, José Luis y yo seguimos con mucha atención los esfuerzos emprendidos por el Gobierno de mi amigo José María Aznar para reforzar nuestra cooperación, en particular en materia de lucha contra el terrorismo. Desde que soy presidente de la República, mis relaciones con el presidente Zapatero se han estrechado aún más. Compartimos una misma voluntad de seguir profundizando la amistad entre nuestros dos países y ponerla al servicio de los grandes retos de nuestra época. Por eso luché para que España fuera aceptada como miembro del G-20.

Para mí, José Luis es un hombre de talento, un hombre de convicción, una gran figura de Europa. Y es, antes que nada, un amigo al que tendré mucho gusto de ver de nuevo dentro de poco en Madrid, con motivo de una visita de Estado muy importante para mí. Veré de nuevo también, con sumo placer, al rey Juan Carlos, de quien me siento igualmente muy cerca y por quien profeso una gran admiración. Estoy convencido de que esta visita marcará un hito en la relación de amistad entre nuestros países y nuestros pueblos.

P.¿Por qué debía ingresar Francia en el comando integrado de la OTAN?

R. Era necesario poner fin a una situación que ya no tenía razón de ser y que nadie comprendía, ni en Francia ni entre nuestros aliados. Somos miembro fundador de la OTAN, nunca nos hemos salido de la Alianza, de la cual hemos llegado a ser incluso uno de los principales contribuyentes. Pero pese a eso, nos manteníamos, por nuestra propia voluntad, fuera de las estructuras de mando. Dicho con mayor claridad: arriesgábamos la vida de nuestros soldados en las operaciones de la Alianza, pero nos negábamos a participar en las reuniones donde se tomaban las decisiones estratégicas relativas a esas mismas operaciones. Y, contrariamente a una leyenda demasiado tiempo difundida, eso no fortalecía para nada nuestra independencia nacional.

El regreso al mando integrado de la OTAN permitirá que Francia sea más fuerte y más influyente. La propia Europa tendrá mayor fuerza dentro de la Alianza. Ese regreso permitirá asimismo fortalecer la defensa europea, poniendo fin a la sospecha, por parte de nuestros socios, de que nuestro compromiso en pro de la defensa europea no es más que un medio para debilitar el vínculo trasatlántico.

Siempre he mantenido la idea de que no se debe oponer OTAN y Europa de la defensa porque son complementarias y porque ambas son necesarias. Así lo entendió España desde los años 1980-90, cuando la izquierda y la derecha apoyaron la participación total de España en la OTAN. Mi amigo Felipe González desempeñó un eminente papel en ese proceso.

Ahora debemos mirar hacia el futuro y reflexionar juntos acerca de la Alianza que necesitaremos en las próximas décadas. Así lo hicimos en la Cumbre del 60o aniversario, celebrada los días 3 y 4 de abril pasado en Estrasburgo y en Kehl, al impulsar los trabajos para la definición de un nuevo concepto estratégico.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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