Israel y los sueños de Tony Blair
Tony Blair, ex primer ministro británico y ahora enviado del Cuarteto en Oriente Próximo, declaró a la revista Time el pasado 8 de abril que ha llegado a la conclusión de que la vuelta al poder del recién elegido primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu -que todo el mundo considera un revés casi fatal para las perspectivas de que el conflicto palestino-israelí se solucione mediante el establecimiento de dos Estados-, podría ser más bien una bendición.
Blair nos informa de que en la conversación que ha mantenido con Netanyahu le ha quedado claro que, lejos de descartar el establecimiento de un Estado palestino, el nuevo primer ministro pretende convertirse en el padre de la nación palestina. Parece que Blair, al igual que su amigo George W. Bush, miró en el alma de su interlocutor y llegó a la conclusión de que ese hombre aspira ni más ni menos que a "construir el Estado desde la raíz".
Nada en el pasado o en el presente de Netanyahu indica que piense consentir un Estado palestino
Evidentemente, hay que pensar en la molesta cuestión de que Netanyahu se niega a dar su apoyo a la solución de los dos Estados. En realidad, para él, un Estado palestino es más bien una plaga que hay que evitar. Sin embargo, a Blair le gustaría que comprendiéramos que, antes de que Netanyahu pueda revelarle al mundo su secreta pasión por la construcción nacional palestina, "deben darse las circunstancias adecuadas".
Con el debido respeto, cabe preguntarse si Blair ha perdido completamente el contacto con las realidades de Oriente Próximo. Es verdad que, por lo menos, el ex primer ministro sí ha advertido en repetidas ocasiones de que la constante ocupación de tierras palestinas, la expansión de los asentamientos y el daño causado a la economía y la sociedad palestinas por los más de 600 controles militares israelíes están destruyendo la esperanza que queda aún de materializar una solución basada en la existencia de dos Estados. ¿Pero acaso piensa realmente que Netanyahu y su Gobierno pondrán fin a esas prácticas mientras emprenden la reconstrucción del Estado palestino "desde la raíz", signifique eso lo que signifique?
Es especialmente asombroso que Blair comprenda la renuencia de Netanyahu a proclamar su apoyo al Estado palestino hasta que "se den las circunstancias adecuadas". Blair no ha dado muestras de estar dispuesto a mostrar esa misma tolerancia con Hamás, por su negativa a reconocer el Estado de Israel hasta que "se den las circunstancias adecuadas". ¿Acaso no estamos ante una manera flagrantemente sectaria de abordar la mediación? ¿No debería el Cuarteto aplicar al Gobierno de Netanyahu las mismas sanciones por incumplimiento de acuerdos anteriores que sufre Hamás por esa misma razón? Siendo justos, hay que reconocer que Blair no está de acuerdo con todos los aspectos de la política del Cuarteto y de Estados Unidos en Gaza. Ha declarado que no funciona y que a él le gustaría que se permitiera la entrada de ayuda humanitaria, entendida ésta "en su sentido más amplio". Ha subrayado que, para él, ésta no sólo consiste en alimentos y combustibles, sino en lo necesario para reconstruir infraestructuras y viviendas. Pero todo esto no entra en absoluto a valorar el doble rasero que, en materia de violaciones israelíes y palestinas de los acuerdos pasados y del derecho internacional, ha venido aplicando el Cuarteto, por no hablar del Gobierno de Bush, durante los últimos ocho años.
No cabe duda de que los propios palestinos se han quedado deprimentemente cortos en sus iniciativas de construcción nacional y en la creación de la cohesión interna imprescindible para acometer su lucha por un Estado. Pero las difíciles medidas que deben tomar para poner en orden su casa seguirán fuera de su alcance mientras no reciban el compromiso creíble de que podrán desarrollar un Estado viable colindante con Israel.
En consecuencia, un Gobierno israelí que abiertamente se niegue a comprometerse en ese sentido no será ni el que ponga fin al conflicto ni mucho menos el que construya el Estado palestino "desde la raíz".
El Gobierno israelí puede plantear condiciones razonables para el establecimiento de un Estado palestino, pero sólo después de reconocer abiertamente la legitimidad del derecho de los palestinos a la autodeterminación, un reconocimiento que sólo tendrá sentido si Israel asume igualmente un requisito de la hoja de ruta: la imposibilidad de realizar cambios unilaterales en las fronteras anteriores a 1967. Esos ajustes sólo podrían producirse después de un acuerdo negociado entre las partes. Nada en el pasado de Netanyahu, ni tampoco en sus pronunciamientos actuales, indica que vaya a prestar la más mínima atención a esa disposición.
En la misma entrevista publicada en la revista Time, Blair mencionaba tres elementos necesarios para la resolución del conflicto: una negociación política creíble para una solución basada en la existencia de dos Estados; un programa de cambios profundos en Cisjordania, y una relajación del bloqueo de Gaza. "Si los conseguimos, estaremos de nuevo en marcha". Netanyahu ha dejado claro que, sea cual sea el futuro que prevé para los palestinos, no incluye ninguno de esos tres elementos.
Henry Siegman, presidente del US / Middle East Project, es investigador no residente en FRIDE. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.
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