Silvio, impasible el ademán
Para qué vamos a esperar más, a enredarnos en la literatura, como si de una novela de suspense de serie B o C se tratase, ocultando lo que todo el mundo sabe: que el asesino es el mayordomo, porque tiene cara de malo, mira mal, habla con voz rara, le pillaron con un cuchillo en la mano delante del muerto, su infancia fue infeliz y le gustaba Gran Hermano. Sí, Silvio es Berlusconi, no Rodríguez; el Silvio que mantiene impasible el ademán, pasando por encima de la lava del volcán y festejando que los desposeídos de viviendas tras la catástrofe natural de los Abruzzos disfrutaran de una semana de cámping pagado por el Gobierno, al parecer para su solaz, no para su desgracia.
Europa ya no es Europa, yo diría incluso que Europa es una mierda por no agravar el asunto añadiendo un adjetivo (que ustedes, grandes malvados, ya adivinan) entre "una" y "mierda". Si a Europa no le importa tener un gobernante capaz de hacer chistes de la desgracia ajena, amén de sus grandiosas expresiones y decisiones racistas, machistas, algunas filofascistas, y generalmente poco dotadas de ingenio, es que Europa no vale una (?) mierda. Más aún cuando resulta que después de esas simpáticas declaraciones sucede que, según me cuentan, su índice de popularidad se incrementó notablemente. No seré yo quien pontifique sobre la ciudadanía italiana a la que admiro y consuelo al mismo tiempo. La admiro por ser capaz de vivir tantísimos años sin gobierno y con Giulio Andreotti (además de Rafaela Carrá), con el histórico PCI de Enrico Berlinguer como partido más votado y gobernado por la Democracia Cristiana con quien fuera y sin quien fuera, es decir con Andreotti. Y por ser del Inter, que es como ser del Athletic, pero con más ínfulas, mayores obligaciones e idénticas frustraciones. Y le consuelo (con perdón) por creer en Berlusconi, el gobernante dicharachero, amante del humor negro, capaz de ceder tres de sus tropecientas casas a los pobres desarrapados para que pasen unas vacaciones pagadas y le sigan votando o de hacer una ley exclusiva para evitar que le inculpen por sus cuitas.
Sí, es Berlusconi, el del impasible ademán (¿les suena la frasecita?), el que me desconcierta y el que me indica que la sensibilidad humana es inabarcable e indescriptible. ¿Será el hartazgo de la disputa histórica entre un partido vaticanista frente a un partido comunista?, ¿será la eterna disputa entre el Norte y el Sur, el descrédito de los políticos oficiales (señor Andreotti, ¿tiene usted algo que decir?) o el poder de la televisión o el imperio del deseo sobre la realidad? No lo sé. Lo cierto es que Berlusconi puede mofarse de la desgracia ajena y ganar votos al mismo tiempo mientras se acicala el (poco) pelo o se opera un mentón como un viejecito cursi. Y todo en la vieja Europa. En una (?) mierda de Europa.
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