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El conflicto de Oriente Próximo

Israel tensa la cuerda con Estados Unidos

El nuevo Gobierno israelí de extrema derecha despierta recelos en Washington - El enviado especial de Obama para Oriente Próximo inicia hoy una visita crucial

Ana Carbajosa

George Mitchell, el enviado estadounidense para Oriente Próximo, aterrizará hoy en Israel. Su visita es crucial. Es la tercera del emisario de Barack Obama a la zona, pero la primera desde que Benjamín Netanyahu formara un Gobierno que se desentiende de los procesos de paz iniciados por sus predecesores, que cuentan con el respaldo de la comunidad internacional y que debían culminar en la creación de un Estado palestino.

Con poco menos de dos semanas de vida, el nuevo Gobierno de extrema derecha israelí ha sido capaz de sembrar honda preocupación entre sus principales aliados, incluido Estados Unidos. A Washington le preocupa que el nuevo ministro de Exteriores israelí, el ultraderechista Avigdor Lieberman, se apresurara durante su discurso de investidura a enterrar el proceso de Annapolis, auspiciado por EE UU en 2007 con vistas al nacimiento de un Estado palestino. "No tiene validez", dijo el ministro de Exteriores.

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Pero probablemente le preocupa todavía más a la Administración de Obama que el primer ministro Netanyahu haya guardado silencio y se resista a pronunciar las palabras mágicas que las cancillerías de ambos lados del Atlántico aguardan como agua de mayo: dos Estados, uno palestino y uno israelí.

Netanyahu habla en cambio de una "paz económica", cuyo contenido no ha concretado, pero que consiste en impulsar el desarrollo económico de los territorios palestinos y ganar así en estabilidad, sin imponer mediante negociaciones calendarios con estrictas obligaciones para ambas partes ni acuerdos que conduzcan necesariamente a la creación de un Estado palestino.

La visión del presidente Obama es bien diferente, como explicó durante su reciente visita a Turquía, cinco días después de que Lieberman tomara posesión. "Dejen que sea claro: Estados Unidos apoya con fuerza el objetivo de dos Estados, Israel y Palestina, viviendo uno junto a otro con paz y seguridad". Y añadió: "Éste es el objetivo que las partes acordaron en la Hoja de Ruta y en Annapolis y ése es el objetivo que perseguiré activamente como presidente".

Estando así las cosas, fuentes diplomáticas israelíes temen un choque de trenes entre los dos grandes aliados y reconocen que el discurso de Lieberman "no fue muy prometedor". Dicen las mismas fuentes que en cualquier caso habrá que esperar unas semanas para ver qué es lo que realmente pretende el nuevo Gobierno israelí, "porque lo que está claro es que a pesar de que los europeos presionan a Netanyahu para que se pronuncie, de momento no se quiere pillar los dedos comprometiéndose a una fórmula que prevea la creación de un Estado palestino".

Fuentes diplomáticas europeas, habitualmente prudentes, expresan también ahora sin tapujos su decepción ante los primeros pasos del Gobierno israelí. No tiene la UE intención de concretar la profundización de sus relaciones con Israel como estaba previsto para esta primavera, porque "en este momento no hay apetito para nada". "Primero vino la guerra en Gaza y luego el negacionismo del nuevo ministro de Exteriores; lo primero que tienen que hacer es abrir la franja de Gaza para que entren los víveres que hacen falta", se quejan las fuentes consultadas.

En la misma línea, el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, que hoy inicia una visita a la zona de dos días durante la que tiene previsto reunirse con miembros del Gobierno israelí, aseguró ayer en Madrid, según recogía la prensa israelí, que "Europa no aceptará una situación en la que el Gobierno de Netanyahu rehúya las decisiones de sus predecesores en relación con el proceso de paz".

Y hasta el siempre dócil presidente palestino, Mahmud Abbas, dejó claro el pasado fin de semana que no tiene intención de sentarse a negociar con el Ejecutivo israelí si no se adhiere a los acuerdos negociados con sus predecesores, incluido Annapolis, y si no cesa el crecimiento de los asentamientos.

George Mitchell, antiguo negociador en el proceso de paz en Irlanda del Norte, aterriza en Israel con el objetivo de "promover la fórmula de dos Estados", según ha anunciado el Departamento de Estado de EE UU. Pero en cualquier caso, advierte Roni Bart, experto israelí en relaciones transatlánticas del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Tel Aviv, "probablemente Mitchell se limite en esta visita a escuchar y a averiguar qué tiene Netanyahu en mente respecto a los palestinos. La prueba definitiva será la visita de Netanyahu a la Casa Blanca en mayo". Será entonces, coinciden los analistas, cuando quedará negro sobre blanco hasta qué punto peligran las relaciones entre los aliados.

Un judío ultraortodoxo reza ante el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén.
Un judío ultraortodoxo reza ante el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén.ASSOCIATED PRESS

Viejas caras, viejos rencores

El presidente Barack Obama es nuevo en la Casa Blanca, pero algunos de sus asesores no lo son. Traen consigo una mochila cargada de experiencia y conocimiento, pero también de viejos rencores y desavenencias con la clase política israelí. Es el caso de George Mitchell, hoy enviado especial de la Casa Blanca y que en 2001 hizo público el informe que lleva su nombre y que concluyó: "El Gobierno israelí debe congelar toda la actividad colonizadora, incluido el crecimiento natural de los asentamientos existentes".

El informe cayó como una bomba entre la clase política israelí. Fue el entonces presidente Bill Clinton el que encargó a Mitchell que redactara el informe. Aaron David Miller, asesor de Clinton en aquella época, documenta en su libro La tierra demasiado prometida algunas de las perlas que escaparon de la boca de Clinton al referirse a Benjamín Netanyahu. "¿Quién diablos se cree que es? ¿Quién es aquí la superpotencia?". Hoy Clinton no está en el Gobierno, pero su esposa es la jefa de la diplomacia estadounidense.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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