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Columna
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Peter Pan del país

El galleguismo es una corriente cultural y política que ve a Galicia como un ser colectivo y la sitúa en el mundo y en la historia. Esa corriente evolucionó y fue cambiando de cultura política desde el siglo XIX y aparece hoy como el nacionalismo de izquierdas nacido bajo el franquismo. Hubo antes otras formulaciones del galleguismo, como la vía que encarnó Ramón Piñeiro e incluso otras formas del nacionalismo de izquierdas, pero hoy casi todo ello está reunido bajo ese paraguas llamado BNG, un frente de organizaciones.

En la vida social es necesaria la diversidad, la variedad, lo particular, pero también la fusión, la unión, la síntesis. Pasan los años y las décadas y el nacionalismo gallego parece detenido en un estadio líquido, no acaba de cuajar ni organizativa ni políticamente. Ser "frente", alianza táctica de organizaciones distintas, lo mantiene detenido en un estado de indecisión e inestabilidad. Los "frentes" políticos responden o bien a una necesidad coyuntural o bien a un análisis de la sociedad y de la historia que entiende que la sociedad está dividida en estamentos, clases, fracciones de clase tan ajenas entre sí y con intereses tan distintos que no pueden confluir en una síntesis política.

El nacionalismo gallego está detenido en un estado líquido, no acaba de cuajar políticamente

Frente a esa visión de la sociedad tan conflictiva e inestable que remite a momentos de crisis social, temidos por la mayoría de la población y con razón, la política hoy en Europa y el mundo es la de una sociedad que cambió mucho desde la revolución industrial del XIX, cuando el orden social se basaba en el sometimiento de la mayoría de la población con la espada o el fusil. Hoy la ciudadanía espera que los partidos ofrezcan alternativas distintas para formar gobierno, gobiernos que tienen que gobernar luego para el conjunto del país. Existen relaciones de poder, explotación, injusticias, pero la población no cree ni quiere que esos problemas y contradicciones sean irresolubles.

La explicación para que el BNG siga siendo una alianza de varias organizaciones parece que se debe más a que el nacionalismo renació bajo el franquismo en España y en una época en que la ideología marcó a unas generaciones que volvieron a soñar con la revolución, que a las características y necesidades de la sociedad gallega y a los problemas de nuestro tiempo. Pero esa forma de organización impide el debate y la maduración. Cuando una corriente política choca con la realidad social y de su tiempo corre el peligro de encerrarse sobre sí y caer en la situación que retrató cómica y certeramente la película "La vida de Brian", cuando los judíos ocupados por Roma vivían discutiendo entre ellos divididos en grupúsculos, escisiones y disidencias. El BNG desde fuera parece una mezcla confusa. Llevan muchos años unidos en un frente, presentando un programa común, es lógico pensar que comparten un mismo análisis y es difícil de comprender por qué no confluyeron en un partido. Al cabo, toda organización tiene dentro distintas tendencias.

El nacionalismo gallego es visto por la sociedad como necesario y útil, por eso la organización que lo encarna recibe un apoyo real elección tras elección, pero la sociedad conserva un recelo y no le da la confianza para gobernar. El BNG en sus reflexiones analizará los fallos cometidos en estos cuatro años en la Xunta, está bien, pero el verdadero debate es más profundo: el nacionalismo gallego está detenido en una etapa histórica, marcado por ideologías que chocan con nuestro país y nuestro tiempo. La sociedad percibe esto y actúa en consecuencia.

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Hemos asistido estos años a un intento por parte de Anxo Quintana de transformar mediante los hechos al BNG en un partido con una ideología más definida y concreta, era difícil conseguir eso sin el convencimiento y la aceptación de sus miembros. El único modo es el debate interno que conduzca a unas conclusiones, sin duda esta crisis es una ocasión única para revisar su visión de Galicia. El camino no es, desde luego, creer que el problema es "la vulnerabilidad ideológica de su base electoral", no. Creer que el problema es la sociedad existente es echar balones fuera. Un proyecto nacional gallego desde la izquierda puede que sea posible y necesario, pero sólo triunfa si se acerca a la sociedad tal como es, si acepta la realidad y se abre a ella.

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