No hay lugar seguro
"Nunca se derrota a un imperio con sus mismas tácticas". La sentencia puede ser tan antigua como el mundo y haber servido de guía a los sucesivos frentes desestabilizadores de los dispares imperios que han ido dominando el mundo, pero, ahora que es el emblema-guía del terrorismo islamista en guerra contra Occidente, su sola presencia en una película como Traidor ya produce un sentimiento que va desde el resquemor al puro miedo.
Justo lo que puede experimentar cualquier espectador occidental al ver en la película escrita y dirigida por Jeffrey Nachmanoff algunos de los métodos de ambos bandos: si las infiltraciones en los cuerpos de seguridad de los estados y en las propias células terroristas llevan a actividades como las descritas, si la desconexión entre las agencias estatales es tan flagrante, si el proceso de creación de un terrorista en suelo occidental resulta tan rápido y consolidado, el propósito de los fanáticos parece cumplido.
TRAIDOR
Dirección: Jeffrey Nachmanoff.
Intérpretes: Don Cheadle, Guy Pearce, Saïd Taghmaoui, Jeff Daniels, Neal McDonough, Alyy Khan.
Género: thriller. EE UU, 2008.
Duración: 114 minutos.
"Nuestro objetivo es que el ciudadano llegue al convencimiento de que no hay un solo lugar donde pueda sentirse seguro". Frase de película, frase de la realidad.
En la línea de algunas recientes producciones estadounidenses de fuste supuestamente mayor, pero que quizá se quedaban a un palmo de la verdadera trascendencia (Red de mentiras, de Ridley Scott), y con la misma puesta en escena que parece haber impuesto la saga Bourne para cualquier thriller político de la era del terrorismo globalizado (agilidad de la cámara, montaje ultrarrápido, fotografía ligeramente quemada, colores contrastados), Traidor se centra en el aspecto de las infiltraciones en un mundo en el que todo parece estar cerca de todo. Así, la Costa del Sol, Yemen e Illinois pueden quedar hermanadas a causa de semejante sufrimiento terrorista. Eso sí, da la impresión de que Traidor quiere ser ligera y relevante al mismo tiempo (la traca final en el autobús es tan espectacular como inverosímil), lo que no tiene que ser del todo negativo, dependiendo de lo que vaya buscando el espectador. El de Syriana se sentirá con hambre; el de En el punto de mira se sentirá saciado.
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