Las angustias de John Lennon
Si repasaron la encuesta de EPS de ayer, ya saben que John Lennon es definitivamente el modelo, el artista favorito de los músicos españoles. Las cuatro canciones de los Beatles que aparecen entre las diez primeras llevan su marca; sólo una, A day in the life, justifica la firma Lennon-McCartney.
Se admira su eficacia como compositor: recuerden la génesis de A hard day's night. En 1964, a punto de finalizar el primer largometraje de The Beatles, el director, Richard Lester, apostó por ese título -literalmente, La noche de un día duro- para bautizarla; era originalmente una agudeza de Ringo Starr, desconcertado ante las largas jornadas que exigía el cine. En pocas horas, Lennon confeccionó el tema, espoleado por la competencia con Paul: se marcaba un punto quien firmara la cara A de cualquier single.
Asombra la potencia creativa de Lennon durante la década de los sesenta
En pocos días, A hard day's night estaba grabada y camino de la fábrica. Catapultada por una arrebatadora entrada instrumental, funcionaría como invitación planetaria a formar grupos, a tomar protagonismo social, a exprimir la vida. Su autor, sin embargo, se arrepentiría de su subtexto burgués. En la letra, aceptaba su intenso régimen laboral a cambio de recibir el amor de aquella que le esperaba en casa: "Sabes, trabajo todo el día para conseguirte dinero para comprarte cosas, / y compensa el simplemente escucharte decir que me vas a dar todo".
En 1970, en pleno furor desmitificador, John Lennon reflexionaba sobre la veracidad del autor de música pop: "Mis únicas canciones sinceras fueron Help! y Strawberry Fields forever. Las compuse a partir de la experiencia, y no proyectándome dentro de una situación y escribiendo una bonita historia, algo que siempre me pareció falso. La letra de Help! es tan buena ahora como entonces. Me da seguridad saber que era tan sensible, que estaba consciente de mis sentimientos".
Lennon no se enorgullecía del arreglo, demasiado chispeante para una pura petición de auxilio. Ese tratamiento enérgico representaba una forma de pudor: de otro modo, hubiera costado entender que el bocazas de Liverpool, el indestructible John Lennon, se asfixiaba en la cumbre del éxito: "Cuando era más joven, mucho más joven que hoy, / nunca necesité la ayuda de nadie para nada, / pero aquellos días se fueron, ya no tengo tanta confianza, / ahora he cambiado de opinión, he abierto las puertas".
En 1965, John estaba engordando y no se gustaba. En la periferia de Londres había montado un hogar y una familia que no le satisfacían, mientras que su socio creativo, Paul McCartney, vivía en el centro y disfrutaba a fondo del swinging London. John no dudó mucho cuando, al año siguiente, Richard Lester le ofreció un papel en How I won the war, película antibélica cuyos exteriores se rodarían en Alemania y España.
Así terminó en Almería, abrumado por la dureza del rodaje, sin la protección del caparazón del grupo (aunque el buen Ringo volaría para hacerle compañía). Agarrado a la guitarra, recordó una idea que rumiaba con Paul: todo un elepé consagrado a las vivencias de un chiquillo creciendo en el Liverpool de posguerra. Aquel proyecto se reduciría finalmente a un sencillo, conteniendo una radiante pieza de McCartney, Penny Lane, y Strawberry Fields forever. Campos de Fresas era el bello nombre de un orfanato del Ejército de Salvación. Cada año abría sus puertas a los vecinos, invitados a un garden party animado por una banda uniformada. Eran ocasiones mágicas para John, un niño que prácticamente creció sin su madre biológica.
Hasta hace poco era posible saltar la tapia y visitar la villa abandonada donde Lennon residió durante la mayor parte de su estancia en España. Guiado por un investigador local, llegamos hasta la habitación donde seguramente nació Strawberry Fields forever. Iba predispuesto para una experiencia trascendental, pero lamento reconocer que no sentí nada reseñable. Renuncié a la propuesta de regresar allí de noche, a la espera de otras revelaciones fantasmales.
Babelia
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