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Análisis:ANÁLISIS | Polémica salida de Kosovo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una decisión prematura con un año de retraso

Miguel González

El pasado día 5, el Reino Unido anunció que antes de septiembre reducirá su contingente en Kosovo hasta dejarlo en puramente testimonial. Y justificó su decisión por la mejora de la estabilidad de la zona, un argumento muy parecido al empleado por Zapatero para explicar la retirada española. Sin embargo, nadie criticó al Reino Unido como ahora a España.

Así se lo recordó la ministra de Defensa, Carme Chacón, cuando el jueves por la noche habló por segunda vez en 48 horas con el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, para pedirle explicaciones por sus duras declaraciones.

La diferencia es que quedan pocos soldados británicos en la fuerza de la OTAN para Kosovo (Kfor), sólo 167, y el Reino Unido no tiene discrepancias con la deriva que está tomando la operación, pues ha reconocido al nuevo Estado. De Hoop Scheffer explicó a Chacón que su temor es que el repliegue español provoque una desbandada entre los países que aportan tropas. Especialmente, entre quienes, como España, rechazan la independencia de Kosovo: Grecia (638 efectivos), Rumania (148) y Eslovaquia (140). Pero también entre los que sólo pretenden ahorrar costes en tiempo de crisis.

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La marcha de los 620 soldados españoles no es un drama para la Kfor, que tiene 15.000 efectivos, casi los mismos que la misión más numerosa de la ONU (Congo, con 17.000). Con la diferencia de que Kosovo tiene un tamaño equivalente al de Asturias y la superficie de Congo es cinco veces España. Por eso, está en estudio reducir progresivamente sus efectivos a la mitad.

Lo lógico era haber esperado a esa reducción, o a la activación de la tercera fase del plan de operaciones, en el que la Kfor quedará reducida a una fuerza disuasoria, pero en contra de esta opción ha pesado el continuo retraso en los calendarios.

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Hace casi un año que España propuso poner el broche final a la operación en Bosnia-Herzegovina, dirigida por la UE, pero los socios no han sido capaces de ponerse de acuerdo. Como consecuencia, algunos países (como Finlandia) se han largado de una misión de la que España es la principal contribuyente. "España ha tomado una decisión que no es compartida por todos", dijo el viernes el Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Javier Solana, "pero no es el único [país] que lo ha hecho de esa manera".

Para el Gobierno español, la decisión no es prematura, sino tardía, pues debió producirse cuando Pristina proclamó su secesión de Serbia, el 17 de febrero de 2008, y se ha retrasado un año por solidaridad con los aliados. Lo cierto es que la negativa española a reconocer a Kosovo, que al principio era de carácter táctico -Moratinos repetía entonces que España no sería de los primeros países en reconocer al nuevo Estado, pero no descartaba hacerlo a medio plazo-, se convirtió en una cuestión de principios, como proclamó Zapatero durante la reciente visita a Madrid del presidente serbio. El punto de inflexión fue la guerra de Georgia y el reconocimiento por Rusia de Abjazia y Osetia del Sur, que reafirmó su convicción en la inviolabilidad de todas las fronteras.

Cuando la OTAN decidió asumir nuevas misiones -como la construcción de un cuerpo paramilitar en Kosovo o la puesta en marcha de un embrión de Ministerio de Defensa-, España no las vetó, pero decidió mantenerse al margen por considerar que contribuían a consolidar el nuevo Estado. Lo mismo sucedió con la misión Eulex de jueces y policías de la UE.

El problema es que, a medida que el proceso avanzaba y las estructuras del Estado kosovar se consolidaban, la situación se hacía insostenible. "Los mandos militares dicen que cada vez es más difícil separar las misiones que pueden hacer de las que tienen vetadas por el Gobierno", reconoce un alto cargo de Defensa. "Si se produjera una baja, incluso por accidente, sería muy difícil justificar qué hacen allí los soldados españoles", agrega.

La ministra de Defensa, Carme Chacón, durante su visita a Base España, a 80 kilómetros de Pristina, el jueves pasado.
La ministra de Defensa, Carme Chacón, durante su visita a Base España, a 80 kilómetros de Pristina, el jueves pasado.AFP

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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