Motivo de escándalo
Tantas veces hemos oído pronunciar a los políticos adjetivos como desvergüenza, escándalo o bochorno a la hora de calificar determinadas conductas de la oposición, que cuando esas mismas palabras son las atinadas para definir como merece un acontecimiento concreto, éste no parece ante la opinión pública tan grave como en realidad es.
Lo ocurrido con la comisión de investigación montada en Madrid por Esperanza Aguirre sobre el caso del espionaje presuntamente financiado con dinero público, resulta democráticamente inaceptable, y se convertiría en motivo de verdadero escándalo en cualquier Estado de derecho semidecente. Cerrando así la comisión, sin ni tan siquiera haberla entreabierto, la presidenta regional, en otro alarde de cinismo (y ya van unos cuantos), se ha burlado de millones de ciudadanos, tanto de los que se sienten representados en la Asamblea madrileña por las restantes opciones políticas, como por los que simplemente reniegan del uso de las malas artes en cualquier ámbito de la vida.
A mí, señora Aguirre, ni me gustan las prácticas de la dictadura castrista ni la utilización tramposa y en provecho propio, de los órganos de gobierno democráticos.
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