El MI5 no ayuda a Hobsbawm
Con la elegancia propia de un caballero inglés, que sabe reconocer el trabajo bien hecho aunque sea el del enemigo, el historiador Eric Hobsbawm ha pedido a los servicios secretos británicos que le permitan acceder a los documentos incluidos en el expediente que lleva su nombre. Tiene ya 91 años, y quiere consultar las puntillosas anotaciones de los agentes que lo espiaron para contrastar con su propia versión de los hechos, y poder así aproximarse mejor a lo que de verdad pasó. La idea se le ocurrió al preparar una nueva versión de su autobiografía, Años interesantes: una vida
en el siglo XX, que
se publicó en 2002.
Hobsbawm sabe, por su larga experiencia en los archivos, cuántas cosas se pueden llegar
a olvidar que los documentos conservan, gracias a su frío, meticuloso y exhaustivo empeño en ajustarse a
la literalidad de lo que sucede. El historiador británico se afilió en 1936, a los 15 años, al partido comunista y, cuando estudiaba en Cambridge, sus ideas izquierdistas le facilitaron la relación con el grupo de espías en el que trabajaron, para
la Unión Soviética y en plena guerra fría, Anthony Blunt y Kim Philby. El MI5, la rama doméstica del espionaje británico, lejos de sentirse halagado por el interés del historiador en el rigor de su trabajo a la hora de seguir sus pasos, se niega a dejarle ver su expediente por razones de seguridad nacional.
Que sea el historiador marxista de mayor prestigio internacional no tiene que significar que por ello pusiera en peligro a su país. Hobsbawm, incapaz de matar a una mosca y menos de amenazar
la seguridad de su país, no se explica tanta precaución. Lo que seguramente quiere encontrar en esos informes son detalles (no las grandes líneas de su vida, que las conoce bien y las ha contado).
El MI5 no da su brazo a torcer, pero Hobsbawm tiene ahora un cómplice, el laborista lord Lipsey, miembro vitalicio de la Cámara alta. Éste no tiene muy buena opinión de los espías británicos. Estaban obsesionados por perseguir a los comunistas, ha dicho, cuando debían haberse ocupado de los potencialmente más peligrosos, los trotskistas. Si no dejan ver a Hobsbawm su expediente, afirma, es porque el MI5 quiere "evitar exponer su propia ineptitud".
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