Lo superfluo mueve el mundo

Las dos poblaciones de oso pardo que quedan en España viven separadas por una autopista, la AP-66, que cruza la cordillera Cantábrica. No se sabe bien cuántos osos hay allí, pero se calcula que en la zona occidental habitan entre 75 y 100, y en la oriental, entre 25 y 30. Se daba por hecho que entre unos y otros no había trato: llevan 10 generaciones separados, entre 50 y 75 años. En 2006, sin embargo, los científicos detectaron que un oso se las había ingeniado para dar el salto. Le llamaron El emigrante.

La historia de los afanes y molestias que se toman estos osos resulta apasionante. Los genetistas del departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo han descubierto que en los últimos dos años han sido por lo menos cuatro los osos que se han esforzado en sortear las enormes dificultades que los separan de sus vecinos y han salvado todas las barreras para encontrarse con ellos. Tres machos pasaron de la zona occidental a la oriental y uno recorrió el camino en sentido contrario. ¿Por qué? ¿Qué buscan? ¿Qué les falta?

Observa Ortega en El origen deportivo del Estado que la actividad originaria de la vida social estaba más relacionada con lo superfluo que con la mera subsistencia. Por eso pensaba que en el origen del Estado como organización social tenía más importancia el afán deportivo (competitivo) que la actividad laboriosa. Por ejemplo, las aventuras de los jóvenes de las hordas primitivas, organizados en fratrías para "robar mujeres extrañas al grupo consanguíneo y dar cima a toda suerte de bárbaras hazañas". Ahí está, según el filósofo, el origen de la división de tareas, la autoridad y la ley que fundan el Estado.

Quizá las reflexiones de Ortega poco tengan que ver con los osos pardos del Cantábrico. Pero esas enormes criaturas de inocente mirada, a las que nada se les ha perdido al otro lado de la autopista, se las ingenian para cruzarla y buscar a los otros, y sobre todo a las otras, por afán de aventura con desdén por el riesgo. Los científicos no han encontrado pruebas de que se hayan cruzado ambas poblaciones. Pero no lo descartan. Si Ortega tenía razón, y los osos tienen que ver con los hombres, es sólo cuestión de tiempo. Lo superfluo mueve el mundo.