Brasil: el carnaval toca a su fin
La mayor economía de Suramérica, frena en seco su vigoroso ritmo de crecimiento
Durante estos días se celebra en todo Brasil el carnaval más espectacular del planeta. Un año más, millones de brasileños y de turistas extranjeros inundan las calles de las principales ciudades del país cimbreándose al ritmo de las batucadas, de la samba y de otras manifestaciones musicales. Brasil no suele escatimar en recursos cuando llega el carnaval, porque es consciente de que se trata del único momento del año en que toda la atención del mundo está puesta en la pirotecnia cultural y humana de su fiesta cumbre.
Pero este año algo inusual está sucediendo: no hay tanto turismo como en carnavales anteriores y los principales patrocinadores de la fiesta han decidido no desembolsar las monstruosas cantidades de dinero de otros años. De hecho, algunos no han querido gastar un real. ¿Se acabó el carnaval? El de febrero simplemente ha sufrido un drástico recorte presupuestario, pero el otro carnaval que ha vivido Brasil en los últimos cuatro años, el económico, sí parece tocar a su fin.
La industria ha caído en picado y ha provocado riadas de despidos
Las alarmas están activadas en un país que hasta el año pasado venía registrando una tasa de crecimiento superior al 5% (6% en el tercer trimestre de 2008, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, IBGE). Las últimas previsiones para el ejercicio 2009 difundidas por el Banco Central brasileño registran una caída en picado del indicador de crecimiento, situándolo en un preocupante 1,5%. Cierto es que la tormenta económica parece de menor intensidad que la que azota Europa o EE UU, ya que las mismas previsiones apuntan a un repunte de hasta el 3,6% en 2010.
Brasil es la primera economía suramericana y cuenta con unos indicadores macroeconómicos razonablemente sólidos y saneados. Además, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva saborea actualmente la miel del boom en un sector tan estratégico como el de los hidrocarburos, con permanentes hallazgos de petróleo de alta calidad en los litorales de Río de Janeiro y de São Paulo.
Como tantos otros líderes, el año pasado Lula repitió en varias ocasiones que Brasil estaba a salvo de la crisis financiera. Y como todos, erró en su diagnóstico. La moneda, el real, ha experimentado un desconcertante retroceso frente al dólar en el último trimestre de 2008. Paralelamente, la balanza comercial ha registrado un deterioro en el superávit habitual de los últimos años y, lo más preocupante, la producción industrial, una de las locomotoras de la economía brasileña, ha caído en picado provocando riadas de despidos, principalmente en los sectores textil, minero, automovilístico y de calzado.
Ante el vertiginoso agravamiento de la situación, desde el Gobierno de Brasilia se ha reaccionado con cierta rapidez aplicando varios antídotos para conjurar los fantasmas de la recesión y reactivar un muy deteriorado consumo interno. Entre septiembre y noviembre de 2008, el gigante suramericano utilizó 46.000 millones de dólares para estabilizar su moneda frente a lo que se consideró un desplome en toda regla; en una polémica decisión, en enero de este año, Brasilia inyectó 42.500 millones de dólares en el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), principal entidad crediticia suramericana, por delante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y recientemente anunció un aumento de dotación presupuestaria por valor de 62.000 millones de dólares en su plan de inversiones en infraestructura para los ejercicios 2009 y 2010, hasta un total de 280.000 millones de dólares. Esta última medida se enmarca en el Plan de Aceleración del Crecimiento (PAC), lanzado por Lula en enero de 2007 para consolidar definitivamente a Brasil como potencia económica mundial.
Una de las decisiones más dramáticas, consistente en el bloqueo del 25% de los gastos previstos en los presupuestos generales de 2009, fue anunciada por el Gobierno a finales de enero. La cantidad que ha quedado congelada asciende a 37.200 millones de reales (unos 12.800 millones de euros).
El batacazo del sector industrial ha sido el más preocupante de todos, incluso calificado por los analistas de histórico, ya que durante los tres últimos meses de 2008 la producción cayó sucesivamente hasta llegar a una cifra negativa del 12,4% en diciembre. Varios economistas hablaron en ese momento de un escenario inexorable de recesión durante el primer trimestre de 2009, aunque las previsiones de diferentes consultoras coinciden en que el crecimiento continuará siendo positivo, aunque débil, en 2009. Esta caída de la producción se debe principalmente a una disminución del consumo interno y de las exportaciones de productos manufacturados. Su consecuencia más directa ha sido que muchas fábricas han parado en seco las cadenas de producción, prescindiendo de las horas extra, concediendo vacaciones colectivas o directamente mandado al paro a una cantidad nada insignificante de trabajadores. La cifra de paro podría llegar al 9% en 2009, algo que supondría 365.000 nuevos desempleados.
¡Viva la clase media!
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, pretende pasar a la historia como el líder que logró disminuir drásticamente las diferencias sociales en el país sin renunciar por ello a los principios del libre mercado. Las cifras demuestran que lo está consiguiendo. Según un estudio de la Fundación Getulio Vargas, el 53,8% de los brasileños residentes en las seis mayores ciudades del país ya puede considerarse de clase media (ingresos por familia de entre 385 y 1.657 euros mensuales). En los últimos cinco años, este grupo social habría aumentado más de un 25%. En el mismo estudio se afirma que el aumento de la clase media se debe a la incorporación de personas provenientes de las clases inferiores y superiores. Esta reducción de las clases más ricas (un 10% de la población, que acapara el 50% de la renta) y más pobres se traduce en una caída de la desigualdad y en un formidable éxito del Gobierno.
Ésta es una de las razones por las que las empresas españolas presentes en Brasil están cada día más contentas con su decisión de invertir en el gigante suramericano. "Todos los grandes indicadores dejan patente que Brasil es una buena alternativa para la inversión en un momento de crisis como el que atraviesa el mundo", comenta José Manuel Rodríguez, consejero económico y comercial de la Embajada española en Brasil. "Las empresas españolas presentes en el país (Telefónica, Banco Santander, Endesa, Iberdrola, Gas Natural y Repsol, entre otras) consideran que están en un lugar seguro desde el punto de vista político, jurídico y económico". -
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