Con las víctimas ya no se juega
Las principales asociaciones de familiares de asesinados por ETA firman un manifiesto en el que proclaman su "imparcialidad política"
El 14 de mayo de 2008, ETA asesinó al guardia civil Juan Manuel Piñuel en la garita del cuartel de Legutiano (Álava). Al día siguiente, el Parlamento vasco le tributó un homenaje a iniciativa de su presidenta, Izaskun Bilbao (PNV). Jamás hasta entonces esta Cámara, siempre bajo mandato nacionalista, había organizado un acto de corte similar. Y las víctimas están agradecidas a Bilbao "porque sus gestos son sinceros". Candidata de nuevo por Vizcaya, la presidenta del Parlamento vasco "siempre tuvo claro este compromiso" y de ahí que haya recorrido Estrasburgo, Bruselas, el Senado o Gernika con una exposición de fotografías en la que "se refleja la crueldad del terrorismo".
Durante décadas, al nacionalismo vasco oficial se le ha reprochado "cierta tibieza" en repudiar los atentados. Eso sí, nunca con la intensidad de que fue objeto el lehendakari Ibarretxe, a quien se le imputa "demasiada frialdad" para testimoniar el pésame "con más retraso del debido" cuando fue informado del asesinato, a escasos metros de su despacho de Ajuria-Enea, del dirigente socialista Fernando Buesa y su escolta, el ertzaina Jorge Díez, en vísperas del inicio de la campaña de las generales de marzo de 2000.
La campaña vasca se detuvo para recordar a Buesa y su escolta, asesinados
Anoche, en el homenaje a estos dos asesinados, hubo quien recordaba aquellos minutos de interminable tensión vividos dentro y fuera de la catedral nueva de Vitoria cuando el hoy presidente del Senado, Javier Rojo, clamó ante una multitud enrabietada y dolorida "¿dónde está el lehendakari?" y que hicieron presagiar un desgarro social en un país acostumbrado a dividirse siempre en dos bandos.
A fecha de hoy, nada es igual. La inflexible lucha policial contra ETA ha desvanecido a tal punto la sombra de una próxima negociación que las asociaciones de víctimas evidencian su tranquilidad, y el complejo abertzale, su desmoralización. Así, el recurrente tema de las víctimas clamando contra el Gobierno de Zapatero por la negociación, exprimido durante más de dos intensos años por el PP y sus medios afines, ha pasado ya a mejor vida y cobra su máxima expresión en la actual campaña de las elecciones vascas.
Las asociaciones mayoritarias de víctimas del terrorismo firmaron ayer un manifiesto en el que muestran su "imparcialidad política" porque sus intereses, dicen, "están por encima de uno u otro signo". A este nuevo espíritu no es ajeno el relevo en la siempre beligerante Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) cuando estaba en manos de Francisco José Alcaraz. Tras su marcha, Juan Antonio García Casquero ha imprimido un criterio propio sin descuidar la firme defensa de "su compromiso de solidaridad inquebrantable de las víctimas y la constante necesidad de perseguir a todos los enemigos de la sociedad en general".
Así, desactivado el frente de las asociaciones de víctimas, sin negociación con ETA en el largo horizonte, y con una creciente sensibilidad en la calle hacia el dolor -a la que ha contribuido la Oficina de Víctimas del Gobierno vasco con Maixabel Lasa (viuda del ex gobernador socialista Juan Mari Jáuregui), y Txema Urquijo-, hasta el PP ha entendido que el mensaje sangilista "no se correspondía con la realidad". El discurso más moderado lo confirma. Desde su precipitada llegada a la presidencia de los populares vascos, Antonio Basagoiti, favorecido además por un mar interno cada vez más en calma, ha acabado con el mensaje atrincherado de Mayor Oreja y que cultivó firmemente María San Gil. Con ello, definitivamente, las víctimas ya sólo son de quienes las sienten.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.