Los bostezos del ministro
Todo el mundo sabe que las ruedas de prensa son aburridas, salvo algunas contadas excepciones, pero eso es algo que se suele disimular. Por eso los que se sitúan en el estrado se comportan como si estuvieran a punto de arreglar el mundo. Y los que han sido convocados procuran tomar nota con diligencia y aplicación. Durante la última reunión del G-7 en Roma, el ministro de Finanzas japonés, Shoichi Nakagawa, se saltó las normas y se puso a cabecear y bostezar abierta y ostentosamente.
A los políticos se les suele pedir cercanía. Que no actúen como privilegiados que gobiernan el mundo desde la distancia, sino que sean tan corrientes como quienes están luchando por capear el temporal. Lo que suele pasar es que cuando se comportan como uno más, se les pide de inmediato la dimisión. Es lo que le ha ocurrido al ministro Nakagawa. Superó el desafío de alguno de los soporíferos debates del G-7, pero se rindió cuando acudió a informar de los resultados. El vídeo que le ha conducido al desastre se inicia justo al terminar su intervención. Cuando les toca hablar a los demás, empieza a asentir de manera mecánica y de tanto decir sí termina haciendo la larga zzz de los cómics. Es decir, dormido.
Cierra los ojos, los abre, se le caen de nuevo, bosteza. Quiso ser uno más y sucumbió al tedio. Borracho, le llamó la oposición; y pidió su renuncia. Nakagawa dijo que había tomado unos cuantos medicamentos para el resfriado y el jet lag. En 1994, el presidente ruso Borís Yeltsin dio un plantón al primer ministro de Irlanda en Dublín durante una escala en su viaje a Moscú. Con el rostro hinchado y la nariz roja (como en los cómics), y sin poder contener la risa, dijo al llegar a su país que la culpa era de sus guardaespaldas que no lo habían despertado.
Los allegados de Yeltsin le recomendaron entonces que moderara su afición al alcohol. Nakagawa, en cambio, anunció ayer que presentaría su dimisión. Eso sí, dentro de unas semanas, después de aprobar el presupuesto fiscal. Bostezó en Roma, pero se irá con la satisfacción del deber cumplido. Por cierto, la economía de su país ha entrado en la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Como para quedarse dormido.
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